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martes, 19 de septiembre de 2017

Dro­me­da­rio con ji­ne­te








Dro­me­da­rio con ji­ne­te. China, di­nas­tía Tang, 618 – 906.
Barro co­ci­do con res­tos de po­li­cro­mia.
Me­di­das: 66 x 55 x 15 cm (fi­gu­ra com­ple­ta); 35,5 x 22 cm (ji­ne­te)


Es­cul­tu­ra en barro co­ci­do, en tres pie­zas se­pa­ra­das, que se unen para for­mar esta con­jun­to es­cul­tó­ri­co. Es ne­ce­sa­rio des­ta­car la ex­pre­sión del dro­me­da­rio y el de­ta­llis­mo que mues­tran las ves­ti­du­ras del ji­ne­te. Estos ras­gos de­la­tan que el es­cul­tor ha tra­ba­ja­do con el in­te­rés de re­pre­sen­tar fiel­men­te una es­ce­na real. La di­nas­tía Tang está con­si­de­ra­da por los his­to­ria­do­res como un mo­men­to de es­plen­dor de la ci­vi­li­za­ción china, igual o in­clu­so su­pe­rior al pe­rio­do Han. Sur­gi­da tras un pe­rio­do de des­po­tis­mo bajo el reina­do del cruel Yang Di, fue ins­tau­ra­da por Li Shi­min quien, mo­vi­do por pie­dad fi­liar, puso a su padre en el trono antes de asu­mir él mismo la fun­ción de em­pe­ra­dor y fun­dar la di­nas­tía Tang. Es­ti­mu­la­do por el con­tac­to con India y Orien­te Medio, a tra­vés de la Ruta de la Seda, el im­pe­rio Tang vivió un auge crea­ti­vo en nu­me­ro­sos cam­pos. El bu­dis­mo, que había sur­gi­do en India en la época de Con­fu­cio, con­ti­nuó flo­re­cien­do du­ran­te este pe­rio­do y fue adop­ta­do por la fa­mi­lia im­pe­rial, con­vir­tién­do­se en una parte esen­cial de la cul­tu­ra tra­di­cio­nal china. Asi­mis­mo, el desa­rro­llo de la im­pren­ta ex­ten­dió la di­fu­sión de las obras es­cri­tas, dando ori­gen a la edad do­ra­da del arte y la li­te­ra­tu­ra china.

La gran aper­tu­ra cul­tu­ral ten­drá como re­sul­ta­do un arte fun­da­men­tal­men­te co­lo­ris­ta, ex­pre­si­vo y muy ecléc­ti­co, si bien con­ti­núa sien­do prin­ci­pal­men­te de uso fu­ne­ra­rio, donde el ar­tis­ta sigue sien­do ar­te­sano anó­ni­mo. No obs­tan­te, desde este mo­men­to la ce­rá­mi­ca de alta coc­ción, de­co­ra­da con es­mal­tes, pa­sa­rá a ser usada como sím­bo­lo de es­ta­tus, con ti­po­lo­gías como re­ci­pien­tes para la mesa del le­tra­do y todo tipo de pie­zas de va­ji­lla. La te­rra­co­ta, por otro lado, se sigue uti­li­zan­do para el ajuar fu­ne­ra­rio, si bien se uti­li­za­rá tam­bién desde ahora el gres, sobre todo para las tum­bas de no­bles y le­tra­dos. En las pie­zas fu­ne­ra­rias, grupo al que per­te­ne­ce este hom­bre a ca­ba­llo, se in­tro­du­ce una im­por­tan­te no­ve­dad: los vi­dria­dos de plomo tri­co­lor (san­cai), si bien si­guen rea­li­zán­do­se pie­zas de­co­ra­das con en­go­bes. Den­tro de los ob­je­tos de ajuar se dis­tin­guen tres pe­rio­dos. En el pri­me­ro de ellos, entre el 581 y el 683, pre­do­mi­nan las fi­gu­ras de­co­ra­das con en­go­bes, aún sin vi­dria­dos, por lo que la pieza que aquí pre­sen­ta­mos po­dría fe­char­se entre estos años. El se­gun­do pe­rio­do se desa­rro­lla entre el 683 y el 779, y es la gran época del san­cai, con pre­do­mi­nan­cia de los es­mal­tes. Fi­nal­men­te, hasta prin­ci­pios del siglo X con­ti­nua­rán rea­li­zán­do­se pie­zas con es­mal­tes san­cai, si bien de menor ca­li­dad que las del pe­rio­do an­te­rior.

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