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viernes, 15 de diciembre de 2017

Retablo de san Bartolomé, san Miguel Arcángel y santa Lucía









Pere Espallargues (documentado entre 1490-1495)
Retablo de san Bartolomé, san Miguel Arcángel y santa Lucía
Probablemente procedente de Capella (Huesca), anteriormente en la Sterner Gallery de Nueva York.
Temple, pan de oro y estuco sobre tabla. 
Medidas: 251 x 178 cm.
Obra catalogada en: 
Ch. R. Post, A History of Spanish painting, Cambridge, Massachussetts,1947, vol. IX, fig. 365.
Alberto Velasco, Pintura Tardogòtica a l’Aragó i Catalunya: Pere Garcia de Benavarri, tesis doctoral, Universitat de Lleida, 2015, 2 vols, vol. I, p. 314-315.
El retablo puede adscribirse, estilísticamente, al catálogo del maestro Pere Espallargues, activo durante el último cuarto del siglo XV y cuyo arte simplifica y difunde modelos previamente popularizados por el notable pintor Pere Garcia de Benavarre. El artista firmó y fechó en una cartela el Retablo de los gozos de la Virgen que pintó para la iglesia parroquial de Enviny (Pallars Sobirà), en 1490, a partir del cual podemos reconstruir su estilo y personalidad pictórica. La obra de la que ahora nos ocupamos presenta un formato habitual en el arte catalán y aragonés del siglo XV, especialmente entre Pere García y sus seguidores o discípulos, se trata de un “retablo de santos”, que condensa en un mismo mueble diversas advocaciones. El conjunto destaca, por otra parte, por haberse conservado con notable integridad a lo largo de los siglos, y, pese a algún repinte, restauración o refección, incluye aun prácticamente todas las piezas originales, incluyendo elementos de carpintería como las columnas o los doseles que flanquean y enmarcan las escenas. Como era habitual, la zona inferior está constituida por el banco o predela, una pieza de formato horizontal, dividida en cinco compartimientos. Los cuatro compartimientos exteriores aparecen ocupados por figuras de santos representados de algo más de medio cuerpo, en pie, frente a un muro bajo tras el que se observa el celaje, un detalle naturalista que nos habla de la introducción de un nuevo concepto de realismo en la pintura de finales del gótico. Entre los santos se cuentan san Juan Bautista, santa Bárbara, san Cosme y san Damián. Las cuatro figuras flanquean un compartimiento central donde el Christus Patiens, en pie en su sepulcro, aparece acompañado de los “arma christi”, emblemas o símbolos de sus padecimientos a lo largo de la Pasión. Presenta una iconografía de notable interés, puesto que, aunque se trata de Cristo en el sepulcro, por tanto muerto, se efigia como una figura activa, dinámica, que señala con la mano la llaga del costado, donde le hirió la lanza de Longinos. 
Sobre este banco o predela se eleva el cuerpo del retablo, centrado por la figura en pie del apóstol san Bartolomé, reconocible gracias al demonio encadenado que sujeta firmemente con la mano derecha y al gran cuchillo que hace referencia a su martirio, desollado vivo. Como los santos del banco, Bartolomé se yergue frente a un muro, pero en este caso sobre el muro no se ve el cielo, sino una rica decoración de “embutido” dorado. La técnica del embutido consistía en la realización de relieves en yeso, posteriormente recubiertos con láminas de pan de oro delicadamente bruñidas. La aplicación de esta decoración aportaba valores lumínicos y suntuosidad al retablo, especialmente si evocamos su brillo bajo la luz de las lámparas y velas en las festividades litúrgicas destacadas. La figura del apóstol está flanqueada por la de otros dos santos, de dimensiones algo menores: san Miguel, que clava, con gesto despreocupado, su lanza crucífera en la figura del demonio, mientras con la otra mano sostiene las balanzas empleadas para el peso de las acciones buenas y malas en el momento del Juicio Final, y santa Lucía, a quien identificamos gracias a la palma del martirio y, sobre todo, al recipiente con los ojos que sostiene en la mano derecha. Sobre las figuras de los santos laterales se incluyen dos escenas narrativas relativas a la advocación central del retablo: san Bartolomé predicando la nueva fe cristiana frente al gobernador pagano y el martirio del santo, desollado vivo. El compartimento central está coronado, como era habitual, por la escena de la Crucifixión. Se trata, en este caso, de una composición sintética, que incluye únicamente a Cristo, flanqueado por la Virgen y san Juan Evangelista. El mueble mantiene, aún, el guardapolvo o “polsera” que rodea el perímetro de las tablas y cuya función original era justamente proteger la pintura de la suciedad. Se ha decorado, como era habitual, con el monograma de Cristo, las letras IHS, inscritas en formas romboidales. La obra fue catalogada como una producción de Pere Espallargues por el insigne historiador del arte hispánico Chandler Rathfon Post, quien deja constancia de su pertenencia, en aquel momento, a una galería de arte americana. Más recientemente, Alberto Velasco ha aceptado esta atribución al artista en su tesis doctoral.

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