TRADUCTOR TRANSLATOR

lunes, 16 de octubre de 2017

El Triunfo de la Fe






AMAYA, Andrés (¿-Valladolid, 1704).
Pareja de obras. “El Triunfo de la Fe”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 120 x 167 cm (cada uno).
Una de las obras muestra a un carro tirado por ángeles, con una figura femenina encima, sosteniendo en alto un cáliz con una Sagrada Forma, acompañada de otra figura sosteniendo en alto una cruz. Siguen a este carro varias figuras: dos ángeles, un hombre con una esfera, otras figuras cabizbajas en actitud de vencidos, y más ángeles. Claramente, se inspira en los tapices para cartones que realizó Rubens, conocidos como “El Triunfo de la Fe” (tapices conservados en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, etc.), composición que también inspiró otras obras de distintos maestros.
La segunda obra muestra a una dama, vestida con una armadura “alla antica” que sostiene en alto una plataforma con un cordero mientras en su escudo se presenta, en vuelo, una paloma; frente a ella, dos ángeles sostienen un escudo con un cáliz del que surge una Sagrada Forma. A los pies del “peñón” en el que se encuentra sentada, aparecen un nutrido grupo de personajes en distintas actitudes (unos sentados ocultando su rostro de ésa dama, otros de rodillas, otros en gesto de sorpresa, etc.).
Andrés Amaya fue un pintor barroco activo en Castilla y León al que se supone, según algunos expertos, un origen burgalés. Según su trabajo, podría haberse formado en Madrid, en contacto con maestros de esta escuela del pleno barroco (José Moreno…). Tuvo como discípulo a Ignacio de Prado, y poco más se conoce de su vida y de su obra. Al parecer, serían trabajo de este maestro pinturas en la Iglesia de San Martín de Segovia, otras en el Monasterio de San Millán de la Cogolla, otras en la iglesia de San Miguel de Palencia, en San Isidoro de León y en la Catedral de Valladolid, entre otros puntos, además de trabajos que formaron parte de los fondos del Museo Nacional de Escultura de España.

Paisaje con ruinas








Escuela italiana, s.XVII.
Paisaje con ruinas.
Oleo sobre lienzo.
Reentelado en el s.XIX. Bastidor del siglo XIX.
Medidas: 70x60cm.; 83x72 cm.
Tres aguadoras con trajes costumbristas toman agua fuente antigua, presidida por una impotente estatua pétrea de mujer. Su tamaño se ve minimizado ante el esplendor panorámico, arquitectura clásica monumental sublimada por su estado ruinoso. Columnas acanaladas con capiteles corintios sostienen frontones y arcos de medio punto sobre los que la naturaleza trabaja lentamente, erosionándolos, pero dignificándolos en una estampa extemporánea. Aunque la ruina será un tema que en el Romanticismo alcanzará un sesgo característico, ya en el Tardo-barroco, sobre todo en Italia (con sus bellas campiñas y su arquitectura grecorromana), se desarrolla un tipo de pintura que será llamada "capricho arquitectónico" y consiste en sugestiva síntesis de realidad e imaginación, arquitecturas clásicas animadas por personajes de distintas épocas, vestigios realzados por cielos asalmonados, como en este cuadro. Claudio de Lorena, Alessandro Magnasco y Giovanni Paolo Panini ofrecen dos modos distintos de tratar este género pictórico. Aquí, la luz, bellamente matizada en la aurora, supura una poesía elegíaca. El dibujo, asimismo, es preciso y armoniza con una paleta sutil captando las brumas del amanecer. El autor despliega un espacio amplio que lleva la vista hasta una ciudad que promete inmersiones más allá del tiempo y el espacio.

Martirio de Santa Inés








Circulo de JUAN DE BORGOÑA
(activo en Toledo desde 1495-Toledo, 1535)
“Martirio de Santa Inés”
Óleo sobre tabla.
Medidas: 70 x 50 cm, 125 x 74 cm (marco).

Juan de Borgoña fue uno de los maestros más importantes durante el siglo XVI. Su estilo característico le encumbró como uno de los mayores iniciadores del renacimiento en Castilla gracias a su trabajo en Toledo, donde ciertamente modificó el clima estético de la ciudad. 
Aunque no se conocen sus orígenes, su nombre alude a la zona norteña . Sin embargo debido a la obra que desarrolló posteriormente, se piensa que estuvo en Italia trabajando. Su nombre apareció por primera vez en 1495, vinculado al trabajo que realizó en el claustro de la catedral de Toledo, donde pintó la escena de la Visitación y varios escudos. 
Aunque la obra de Juan de Borgoña se encuentra vinculada a la catedral de Toledo, su reconocimiento como artista aumento la demanda de sus obras en otros lugares de España como por ejemplo en Madrid, Cuenca, Guadalajara o Salamanca, dando por hecho así que debía poseer un gran taller .

Preparativos para una operación de anginas








LÓPEZ MEZQUITA, José María (Granada, 1883 – Madrid, 1954).
“Preparativos para una operación de anginas”, hacia 1930.
Óleo sobre lienzo.
Firmado.
Con estudio de Don Enrique Valdivieso González (Catedrático Emérito de la Universidad de Sevilla).
Medidas: 190 x 220 cm; 192 x 222 cm (marco).
Esta obra es un claro y elocuente testimonio de la producción realista de López Mezquita y de su compromiso con el ámbito de la pintura social que se practicó en España durante el primer tercio del siglo XX.
Destacado pintor de finales del siglo XIX y principios del XX, José María López Mezquita fue académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y socio de honor de la Nacional de Bellas Artes de París. Inició su formación de la mano de José Larrocha, y en 1897 ingresó en la Escuela Superior de San Fernando, donde fue discípulo de Cecilio Pla. Poco después la infanta Isabel de Borbón le concedió una beca que le permitió ampliar sus estudios en Francia, Bélgica, Holanda, Inglaterra e Italia. A lo largo de su carrera, López Mezquita participó en numerosas exposiciones nacionales y extranjeras, tanto individuales como colectivas, siendo distinguido en diversas ocasiones. En las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid obtuvo primera medalla en 1901 y 19010, y fue aspirante a medalla de honor en las ediciones de 1915 y 1924. Fue galardonado con tercera medalla en el Salón de París de 1903, y con segunda medalla en la Exposición Internacional de Barcelona de 1907 y en las Internacionales de Munich (1909) y San Francisco (1915). Asimismo, fue premiado con el máximo galardón en la Internacional de Buenos Aires de 1910, en la de Barcelona de 1911 y en la de Panamá de 1916. En 1952 le fue concedido el premio de honor del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Entre sus diversas muestras individuales cabe destacar la celebrada en la Hispanic Society de Nueva York en 1926, gracias a la cual le fueron encargados por Mr. Huntington, presidente de dicha institución, los retratos de hombres ilustres españoles e hispanoamericanos, continuación de la serie realizada por Joaquín Sorolla entre 1911 y 1919. Actualmente, López Mezquita está representado en el Museo del Prado y los de Bellas Artes de Granada y Álava, entre otros.

Pastores








RIBAS OLIVER, Antonio (Palma de Mallorca, 1845 – 1911).
“Pastores”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. 
Medidas: 245 x 150 cm; 263 x 166 cm, (con marco)
Antonio Ribas inicia sus estudios artísticos con nueve años en la Academia de Bellas Artes de Palma de Mallorca. Esto nos habla de una temprana vocación, que sin duda fue fomentada por sus padres. Termina sus estudios en 1861, y su obra empieza a ser reconocida, tras haber obtenido numerosos premios y menciones en la Academia, en la Clase de Antiguo. En 1864 viaja pensionado a Madrid, donde estudia y copia las obras de los maestros del Prado. Especialmente llama su atención Velázquez, referente indiscutible de su generación. En 1868 se le otorga su primer cargo oficial, como pintor escenográfico del Teatro Príncipe de Asturias, mientras se dedica en paralelo a la docencia. En 1872 obtiene la plaza de profesor de paisaje y perspectiva en la Academia, y en 1875 es investido Académico. Fue miembro fundador, en 1876, de la Sociedad del Fomento de la Pintura y la Escultura, que realizaba regularmente exposiciones de sus miembros y de pintores jóvenes. En 1878 participa en la Exposición Universal de París, y durante su estancia en la capital gala frecuenta museos y salones. En 1907 es nombrado conservador del Museo Provincial de Pintura. Se conservan obras de Ribas en el Museo de Son Marroig y en el Provincial de Palma de Mallorca.
Ribas se dedicó fundamentalmente al paisaje, desde una vertiente naturalista pero algo idealizada, pero trabajó también la figura, acercándose en ocasiones a la temática costumbrista. En este lienzo nos ofrece una bucólica escena, una pareja de jóvenes pastores acompañada de su rebaño de cabras, en medio de las montañas. La pastorcilla se sienta sobre una roca y levanta la mirada hacia el muchacho, descalzo y vestido con sencillas ropas. El pintor emplea una gama tonal delicada y sabiamente contrastada de verdes, ocres y tierras, aligerados por los blancos y rosados de los árboles en flor.

Bodegón con manzanas







Escuela flamenca, s.XVII.
Bodegón con manzanas.
Oleo sobre lienzo.
Medidas: 40,5x49,5cm.; 48,5x57,5cm.
Sobre una mesa o zócalo se disponen frutas y una copa de vino, ocupando gran parte del lienzo al disponerse en primer término, sobredimensionadas, en un encuadre cerrado. La luz recae y modela las manzanas, dejando en la semi-penumbra el resto. El juego de claroscuros es propiamente barroco, y el género del bodegón enlaza aquí con la pintura flamenca coetánea de naturalezas muertas, que en el siglo XVII vivió un momento álgido dando lugar incluso a subgéneros: desde el botánico de Ambrosius Bosschaert, los llamados "bodegones de ostentación", las "naturalezas vivas" de Frans Snyders, o los "bodegones de desayuno" de Clara Peeters y Osias Beert. Nuestro bodegón de manzanas se situaría en la línea de estos últimos, aunque la austeridad compositiva y humildad de los productos lo aleja de sus coetáneos: frente al afán dibujístico y preciosista de Beert puesta en la descripción de los finos cristales, la plata, los frutos exóticos, las conchas..., aquí se suprime tanto el interés por introducir frutos exóticos y cristalería veneciana como la voluntad preciosista de aquellos. Lo que prima es la captación alegórica de un espíritu moderado, acorde ocn la fugacidad de la vida terrenal. Ello se traduce en sobriedad cromática, tenebrismo lumínico y piezas de fruta comunes, en distintos grados de madurez. En los bodegones barrocos cada elemento tiene un transfondo semántico, un simbolismo complejo vinculado a los valores morales. Estamos ante un bodegón intimista, no puramente decorativo. 
En el siglo XVII confluyeron en Flandes renombrados artistas que hicieron de la "naturaleza muerta" uno de los géneros más característicos de la pintura del norte de Europa. Se dio en aquella época un creciente aumento de la demanda de pinturas para decorar las casas de la burguesía. Aparte de los retratos y grandes telas de tema religioso, histórico o mitológico, los artistas se especializaron, pintando obras de tamaño medio que poco a poco aumentaron de formato, con naturalezas muertas, animales, paisajes y escenas de género.

Paisaje costero









Juan Martínez Abades (Gijón, 1862 – Madrid, 1920).
Paisaje costero”, 1899.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado.
Medidas: 61 x 85 cm: 85 x 108 cm (marco).

Pintor e ilustrador, Martínez Abades inició sus estudios artísticos en el Instituto Jovellanos de Gijón, donde empezó a desarrollar sus extraordinarias dotes para el dibujo copiando obras de la colección de la escuela. En 1880 se traslada a Madrid e ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, estudios que alternará con las clases particulares que recibía de José Gragera e Ignacio Suárez-Llanos. En 1884, bajo la influencia de Rosales, envió a la Exposición Nacional de Bellas Artes su lienzo “La muerte de Mesalina” (Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo). Durante los veranos pintaba en Gijón, especializándose en los temas de marinas. En 1888 se le concede una pensión de mérito de la Diputación de Oviedo para ampliar sus estudios en Roma, ciudad en la que permanecerá hasta 1890. A su regreso se estableció de nuevo en Madrid, aunque siguió viajando a la costa durante los veranos para realizar apuntes del natural. El mismo año de su regreso de Italia presentó a la Exposición Nacional el cuadro “El Viático a bordo”, con el que obtuvo una medalla de segunda clase, lanzándole a la fama en el mundo pictórico hispano. Participó asimismo en las Exposiciones del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y colaboró como ilustrador con la revista “Blanco y Negro”. Siguió concurriendo con asiduidad a exposiciones tanto nacionales como regionales y de especialización temática, siendo de nuevo condecorado con segunda medalla en la Nacional de 1892 y, finalmente, con primera medalla y la Encomienda de Isabel la Católica en la edición de 1901. También participó en exposiciones extranjeras, como la organizada en Berlín en 1891 o la de Chicago en 1893. Sin duda, por lo que Martínez Abades era reconocido en la época era por sus marinas, llegando a considerársele como el marinista por antonomasia del Cantábrico. En el conjunto de su obra las marinas, tanto al óleo como ilustraciones, son muy abundantes y de técnica irreprochable. Sin duda, era el género en el que mejor se desenvolvía teniendo, además, un mercado consolidado en el que dominaba sin posible discusión. En sus últimos años centró su producción en la ilustración, dejando en un segundo plano la pintura. Sin embargo, su arte sería reconocido por parte de la crítica y el público en una gran exposición antológica dedicada a su obra en el Salón Iturrioz de Madrid en 1913. Juan Martínez Abades está representado en el Museo del Prado, el Provincial de Lugo, el Jovellanos de Gijón, el Jaume Morera de Lleida y el Municipal de San Telmo en San Sebastián, así como en la colección MAXAM y otras tanto españolas como extranjeras.

Cabeza de diosa velada. Grecia. Siglo IV a.C.






Cabeza de diosa velada. Grecia. Siglo IV a.C.
Mármol.
36,5 cm de altura.

Procedencia de colección particular, S.A Londres. Anteriormente en la colección Fillmore, Fine Art Consultants, Ginebra (Suiza) adquirida el 2 de noviembre de 1994.
Imponente cabeza de diosa de la Grecia clásica esculpida delicadamente en mármol. Con un rostro ovalado, frente lisa y el cabello ondulado hacia los lados con una línea central. Mirada frontal, su expresión es melancólica de rasgos delicados. Tiene las cejas suavemente arqueadas formando un plano continuo con el puente de la nariz. Los ojos aparecen entreabiertos, hundidos, con una boca pequeña de labios expresivos.
Le cubre la cabeza un fino velo muy bien resuelto con pliegues poco profundos y cierta inclinación hacia su izquierda. Esta dirección en el velo revela que en origen la diosa lo sujetaba con su mano izquierda, creando así un movimiento es la escultura.
Su expresión, que aparece con una imperceptible aflicción, se inclina ligeramente a su izquierda, quizás concentrando su atención melancólica en la mano que sujetaba su velo. La cara oval anteriormente descrita, con una frente triangular y los mechones de cabellos definidos y onduladas a los lados con una línea central, corresponden a modelos de escultura clásica de mediados del siglo IV a.C. Las figuras de diosas veladas, hacen pensar su relación Demeter y Kore.
En la mitología griega Deméter es diosa de la agricultura, nutricia pura de la tierra verde y joven, ciclo vivificador de la vida y la muerte, y protectora del matrimonio y la ley sagrada. El significado de su nombre es "diosa madre tierra". Se la venera como la "portadora de las estaciones" en un himno homérico, un sutil signo de que era adorada mucho antes de la llegada de los olímpicos. El himno homérico a Deméter ha sido datado sobre el siglo VII a.C. Junto a su hija Perséfone eran los personajes centrales de los misterios eleusinos que también precedieron al panteón olímpico.
El mito fundamental de Deméter es su relación con Perséfone, su hija, y ella misma de joven. En el panteón olímpico, Perséfone era hija de Zeus y consorte de Hades. Ésta se convirtió en diosa del inframundo cuando Hades la secuestró en la tierra y la llevó con él. HAbía estado jugando con algunas ninfas a quienes Deméter convirtió en sirenas como castigo por no haber intervenido. La vida se paralizó mientras la deprimida Deméter buscaba a su hija perdida. Finalmente, Zeus no puedo aguantar más la agonía de la tierra y obligó a HAdes devolver a Perséfone enviando a Hermes para rescatarla. Pero antes de liberarla, Hades la engañó para que comiese seis semillas de granada, lo que la obligaba a volver seis meses cada año. Cuando Deméter y su hija estaban juntas, la tierra florecía de vegetación. Pero durante seis meses al año, cuando Perséfone volvía al inframundo, la tierra se convertía de nuevo en un erial estéril. Estos seis meses son los de verano, pues en Grecia es cuando toda la vegetación muere por el calor y la falta de lluvia. Por el contrario, el invierno traía abundantes lluvias y temperaturas suaves, floreciendo la vida vegetal. El resultado final es la ocurrencia del verano, la primavera, el otoño y el invierno.