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lunes, 16 de octubre de 2017

Jesús en casa de Marta y María







Geeraert de Lavallée (Amberes 1605 - 1667).
“Jesús en casa de Marta y María”.
Óleo sobre cobre.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 55 x 72 cm; 68 x 85 cm (marco).
Geeraert de La Vallée (1596/97 – 1667) fue un pintor flamenco especializado en paisajes y pintura de historia. Su estilo está marcado por los grandes maestros flamencos, como Abrahem Govaerts y Jan Brueghel el Viejo. Poco se conoce con certeza sobre su vida, su ciudad de nacimiento puede situarse en Michelen o Amberes. Trabajó en París donde estuvo viviendo entre 1620-1625. Dejó muestras de su talento en diferentes ciudades europeas como en una de las iglesias de Mechelen donde realizó una importante pintura barroca. Hacia 1626-1627 hay constancia de su presencia en Amberes como miembro de la Guild of Saint Luke, reputado gremio de pintores de la ciudad. Trabajó en el taller de Forchondt, que fue uno de los mayores exportadores de arte flamenco. Esta es una de las razones por las que la producción de este artista se realizaba comúnmente sobre cobre ya que era un soporte más resistente para la exportación. Forchondt tenía una oficina en Sevilla donde, a través del puerto de Cádiz, las obras eran enviadas a México y vendidas a conventos locales.
La escena bíblica se sitúa en un interior austero sin mobiliario ni decoración, donde toda la atención del espectador es captada por los protagonistas de la escena y el magnífico bodegón que los acompaña. En primer plano, en el lado derecho de la composición, vemos la figura central de Cristo sentado con túnica lila y semicubierto por un manto de vivo color rojo que se desliza casualmente por su hombro. A ambos lados, dos mujeres, una sentada con un libro en su regazo permanece atenta a la escena que acontece, mientras la segunda mujer, ésta de pie con mandil y mangas remangadas dirigiendo su gesto y su mirada hacia Jesús. Destaca al fondo la cabeza de un personaje masculino, podría tratarse de un criado, que se inclina entreabriendo la puerta para contemplar sigilosamente la escena. Claramente, se narra el episodio contado en el Evangelio de Lucas (10, 38-42), en que Jesús va a casa de Marta y María. Marta se queja ante él, de que no para de servirle mientras María sólo está sentada escuchando al Salvador. Este tema bíblico muestra un gusto por la riqueza y por lo anecdótico que recuerdan a la escuela veneciana, a la vez que se aprecia la influencia del clasicismo barroco en detalles como el tamaño de las figuras, su corporeidad y la armonía de la composición. La parte izquierda de la composición está protagonizada por un bodegón compuesto por múltiples elementos diferentes, incluyendo carne, aves, frutas y verduras, algunos dispuestos sobre la mesa, en el suelo a primer plano ejecutando un gran trabajo de perspectiva e incluso colgados, todos de diseño trabajado con un sofisticado cromatismo que encaja con el carácter del tradicional bodegón flamenco. Acompañados de un perro y un gato a primer término, dispuestos ambos en el centro de la composición, parecen ser los únicos conocedores de la atenta mirada del espectador. El carácter popular del bodegón, con alimentos y objetos sencillos, es propio del bodegón flamenco, aunque encontrará también sus ecos en el holandés. Durante el siglo XVII, se dio un creciente aumento de la demanda de pinturas para decorar las casas de la burguesía. Aparte de los retratos y grandes telas de tema religioso, histórico o mitológico, los artistas se especializaron, pintando obras de tamaño medio que poco a poco aumentaron de formato, con naturalezas muertas, animales, paisajes y escenas religiosas como esta. Si bien la composición suele basarse en horizontales y verticales, el autor de esta pintura ha introducido algunas diagonales que aportan un cierto dinamismo barroco, como la que crean los tres personajes principales. La contención caracteriza también al color, que brilla iluminado por la clara luz, pero se mantiene entonado. Así, en esta obra se ha utilizado un juego de amarillos, terrosos, rojos y verdes, perfectamente conjuntados para crear un ritmo compositivo, sin que uno destaque más que otro. Las frutas, verduras y carnes y aves muertas se amontonan y contrastan sus texturas y calidades, pero la imagen queda unificada por el cuidado tratamiento de la luz, que llena de brillos unas zonas y deja en penumbra otras, creando profundidad de un modo muy realista.

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