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viernes, 21 de septiembre de 2018

escena flamenca







Escuela francesa, segunda mitad siglo XIX.
Óleo sobre cartón duro prensado.
Lleva un monograma de Toulouse Lautrec en el ángulo superior derecho.
Medidas: 45,5 x 65,5 cm.
Nos encontramos ante una pintura francesa cuya autoría parece responder a un seguidor de Toulouse Lautrec, quizás a un pintor de su círculo parisino. El Museo Van Gogh de Ámsterdam conserva una "Bailarina española" de Lautrec cuya técnica sintética se asemeja a la empleada en esta composición (que difiere del trazo más estilizado de sus dibujos modernistas). Es probable que el autor de este óleo se inspirara en aquel cuadro o en otro de tema afín, pues queda constancia de que el pintor de Montmartre, conocido sobre todo por extraer la chispa de los más sórdidos ambientes de music-hall, burdeles y cabarets parisinos, también se interesó por desvelar el duende del baile gitano. Volviendo al cuadro que nos ocupa, una escena de tablao flamenco se desarrolla bajo unas arquerías que evocan los típicos patios andaluces. Ante los guitarristas sentados bajo el arco central, dos bailarinas (una de ellas agitando un velo) arquean sus torsos haciendo vibrar los vestidos cuya caída en cascada es reproducida con raudos toques de pincel. Franquean a las bailarinas hombres y mujeres cuyo elegante atuendo nos lleva a pensar en una boda o evento especial. Bailarinas espontáneas animan tambén el escenario con sus trajes coloristas y enérgico movimiento. El pintor combina trazos de generosa materia con toques más diluidos, dirigiendo así nuestra atención hacia donde le conviene: así, nos demoramos en la contemplación de la mantilla blanca que luce la mujer de rojo, en el efecto lumínico destellante que sugieren las bolas de fiesta entre festones de hiedra... El pintor ha asimilado los logros técnicos del impresionismo y los aplica libremente combinándolos con una voluntat reductiva y sintética que avanzan soluciones que explorarán fauves y expresionistas. Estamos ante una escena alegre y desenfadada, de colorido intenso y contrastado, una sinfonía de verdes, blancos, rojos y amarillos que agitan los cuerpos de las bailaoras.

Retrato de dama






Escuela española de medianos del siglo XIX. 
Óleo sobre lienzo.
Con firma integrada “R. Madrazo”. 
Medidas: 73 x 60 cm.
En el presente lienzo se muestra el retrato de una bella dama aristócrata, de delicada elegancia, modelado suave y fondos abocetados. La dama se nos presenta ataviada con ricos ropajes propios de su condición, con un delicado chal que cubre sus hombros y antebrazos, dejando entrever sus vestiduras inferiores. La joven queda tocada por un sombrero adornado con voluptuosas flores. El artista emplea una paleta reducida basada en la combinación de tonos pasteles y terrosos, destacando especialmente el atuendo de la dama, así como su melancólico rostro. A pesar de que la representada se encuentra en un interior, el artista abre la composición al exterior a través de un ventanal de cuyo fondo emana un intenso halo de luz. La composición continúa las doctrinas artísticas instauradas por el artista noucentista Raimundo de Madrazo (Roma, 1841 – Versalles, 1920), quien fue hijo de Federico de Madrazo y cuñado de Mariano Fortuny. Como retratista de Madrazo fue uno de los mejores de su generación, digno sucesor de su padre y autor de un estilo de un realismo minucioso y elegante, a veces frívolo pero resuelto con un irresistible instinto decorativo, clave de su éxito entre la burguesía de su tiempo, siempre con un absoluto dominio de los recursos pictóricos y una delicadeza cromática enormemente refinada. Raimundo de Madrazo cultivó también el género de costumbres tan del gusto de la época, una pintura de reinadas calidades decorativas, próxima algunas veces a su cuñado Mariano Fortuny, con quien pintó en 1868 y 1872, este último año en Granada.

Romería








RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867).
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad, emitido por Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla.
Medidas: 101 x 141 cm; 116 x 156 cm (marco).
En su certificado, Enrique Valdivieso indica que se trata de una obra claramente perteneciente a la escuela sevillana de mediados del siglo XIX, y que en ella es posible reconocer con claridad la característica configuración expresiva de los tipos físicos propios del estilo de Manuel Rodríguez de Guzmán, del cual es obra auténtica. Por sus características técnicas, Valdivieso fecha esta obra hacia 1850, poco antes del traslado del pintor a Madrid en 1852.
Destacado pintor especializado en escenas costumbristas y folklóricas andaluzas, Rodríguez de Guzmán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla. Allí fue discípulo de José Domínguez Bécquer, quien le inició en la pintura costumbrista, y bajo cuya dirección desarrolló el pintor su primera etapa. Progresivamente fue acometiendo pinturas de mayor empeño compositivo, ambientadas en escenarios más amplios que los de sus primeras obras. Atraído por el interés de Isabel II por sus pinturas, en 1854 se establece en Madrid con intención de trabajar como pintor de corte. Este interés cristalizó en una propuesta que Rodríguez de Guzmán elevó a la reina, consistente en la realización de una amplia serie pictórica que recogiese las distintas fiestas, ferias y romerías que se celebraban en España, comprometiéndose en realizar un cuadro de este tipo al año. Aunque finalmente no pudo completar el proyecto, el pintor llevó a cabo varias obras que pasaron a formar parte de la colección real, como su obra maestra, “La feria de Santiponce”. Amigo de Antonio María Esquivel, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo en 1858 una mención honorífica por su obra “Rinconete y Cortadillo”, inspirada en las “Novelas Ejemplares” de Cervantes. La actividad de Rodríguez de Guzmán en Madrid gozó de especial predilección oficial, puesto que el Estado le adquirió en 1864 dos obras, hoy en paradero desconocido, tituladas “Las habaneras” y “Gitana diciendo la buenaventura a unos gallegos”. Trabajó asimismo los temas taurinos, de historia e incluso el retrato, revelando en estos últimos una factura marcada por un desenfado técnico de evocación goyesca, quizás derivado de profunda amistad con el pintor Eugenio Lucas. Su pintura se caracterizó por un colorido brillante, así como por su gran facilidad para captar con naturalismo e instantaneidad los tipos populares, organizados en escenas repletas de figuras descritas minuciosamente. Su arte destaca asimismo por la maestría compositiva, así como por el empleo de una pincelada ágil y deshecha, que otorga una gran vitalidad a sus escenas. Aunque no pintó escenas ni tipos distintos a los de otros pintores de su generación, resolvió sin emba

Pareja de leones. Gótico s.XIV






Bronce. Restos de dorado.
Medidas: 10 x 14 x 4,7 cm.
Pareja de estatuillas en bronce, de época tardo-Gótica. Estilísticamente, la voluntad naturalista incipiente es contrarrestada por cierto sintetismo que aboga por privilegiar una elegancia arcana, casi mítica. Sus melenas han sido descritas al detalle, individualmente cada uno de los mechones, reforzando la esbeltez del cuello. La expresividad se concentra en la cabeza, con fauces entreabiertas y ojos de perfil almendrado. La actitud reposada y la elegancia arcana transmiten el misterio de las esfinges.

Bañista







Escuela catalana de los años 30.
Escultura en piedra cantera.
Medidas: 110 x 75 x 6 cm.
Esta obra se enmarca dentro del contexto del Noucentisme, movimiento ideológico-estético que surge en Cataluña a principios del siglo XX como reacción frente al modernismo, el romanticismo y, en general y por extensión, frente a todo el arte y el espíritu “Fin de siglo”. El Noucentisme se opone genéricamente a la mentalidad y al espíritu ochocentistas con una voluntad de rigor y un clasicismo que busca en el pasado clasicista sus modelos ideales a imitar. Así, sus valores esenciales serán el orden, la claridad y la mesura. Contrario al naturalismo, al psicologismo y al sentimentalismo propios del siglo XIX, busca la creación lúcida de un espíritu mediterráneo, en contraposición al decadentismo finisecular. Encarnado por el personaje de Teresa, de “La ben plantada” de Eugenio d’Ors, con su sentido del orden, de la serenidad y del clasicismo simboliza no sólo a Cataluña, sino todo el espíritu del Mediterráneo. Frente a las nieblas y negruras del irracionalismo nórdico del modernismo y el romanticismo, el Noucentisme reivindica el “seny” (sentido), la razón la claridad y la luz del mar Mediterráneo. Algunos autores interpretan esta mitología mediterránea dulce, tierna, suave, tranquila, ordenada y ordenadora como una reacción de los pueblos meridionales frente a la agresividad nórdica y el nacionalismo de los septentrionales. Para el Noucentisme, el arte no debe nunca convertirse en “imitatio”, porque eso equivaldría a subvertir la jerarquía y primado del espíritu. De ahí que, como manifestación artística, fuera un espíritu fundamentalmente escultórico, un “arte de la forma”; será en la escultura, o mejor dicho en la estatuaria, donde se logre la concreción de la teoría del clasicismo y el mediterraneísmo noucentistas. Además, el Noucentisme reivindicó el siguiente lema: “Las ideas que no se pueden esculpir no son más que vulgares nociones”. Una de las características primordiales de la escultura noucentista es el predominio de la Forma, como elemento esencial de la belleza plástica, aquello que encierra la esencia de los objetos. En la escultura catalana noucentista destacarán principalmente las figuras de Arístides Maillol, Josep Clarà, Enric Casanovas y Esteve Monegal, artistas que desarrollarán su obra dentro de los cánones dorsianos. Esta escultura, que representa a una bañista desnuda, sentada sobre una roca y con la vista concentrada en las alturas, meditativa, se relaciona directamente con la obra de estos autores. Podemos encontrar representaciones muy cercanas en forma y temática en obras como “La Diosa”, de Josep Clarà, “El Mediterráneo” de Maillol o el “Desnudo femenino” del MNAC de Casanovas, por poner sólo algunos ejemplos. Todas estas esculturas representan a la misma figura femenina robusta, reposada y perfecta que aquí vemos, personificación del programa estético de la escultura catalana noucentista.

Campos






GODOFREDO ORTEGA MUÑOZ
(San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1899 – Madrid, 1982)
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior derecha.
38 x 46 cm; 56 x 63 cm (marco).
Esta obra se incluirá en el futuro catálogo de la obra de Ortega Muñoz.
Ortega Muñoz fue uno de los grandes creadores del contemporáneo paisaje español. Se inició en el arte siendo aún niño, de manera autodidacta, y pese al consejo paterno en 1919, con veinte años, decide trasladarse a Madrid para dedicarse a la pintura. Allí se dedicará desde el primer momento a realizar copias de los grandes maestros en el Museo del Prado y en el antiguo Museo de Arte Moderno. Continuará así con su formación autodidacta y comenzará a pintar al aire libre en el entorno de la Dehesa de la Villa, acompañado de otros jóvenes artistas como el filipino Fernando Amorsolo. Un año más tarde decide trasladarse a París, y allí conocerá al que será su gran amigo de por vida, el poeta Gil Bel. En París conoció además la obra de Van Gogh, Gaugin y Cézanne, pero a la vez vivió la crisis formal e ideológica que se desarrollaba en esta época de entreguerras, lo que le llevaría a dejar Francia para viajar al sur, a Italia, donde hallar en los maestros del pasado unos valores más auténticos de espiritualidad, sencillez y pureza. Ortega Muñoz recorrerá Italia de Norte a Sur entre 1921 y 1922, y en el Lago Maggiore conoce al pintor inglés Edgard Rowley Smart, con quien pasará un corto periodo de aprendizaje. Con él Ortega Muñoz llega a la conclusión que, frente a la aparente sinrazón del arte contemporáneo, hay que volver a la naturaleza y devolver al are la autenticidad de las verdades espirituales y de las emociones sencillas. En 1926 regresa a España, donde protagonizará una de las excursiones fundacionales de la Escuela de Vallecas. Poco después, en 1927, celebra su primera exposición en el Círculo Mercantil de Zaragoza. Entonces deja España de nuevo, y esta vez recorre Centroeuropa, pasando por Zurich, Bruselas y varias ciudades alemanas. En 1928, en Worpswede entra en contacto con una colonia de artistas de lenguaje expresionista, interesados en los paisajes y la vida campesina, como reacción frente a los sofisticados artificios y refinamientos de las vanguardias. Notablemente influido por su experiencia en Worpswede, Ortega Muñoz vuelve a Francia en 1928, y entre 1930 y 1933 sigue viajando entre Centroeuropa y el Norte de Italia; finalmente llega a El Cairo en 1933, una fecha en la que sus capacidades como retratista le han proporcionado un modo de vida desahogado e importantes contactos. Expone en Alejandría con un enorme éxito, que le llevará a repetir la experiencia un año después, presentando una muestra casi antológica en la que se aprecia ya su amor por la naturaleza, el equilibrio entre el color y el estado de ánimo, y esa atmósfera de quietud y tristeza características de su lenguaje. En 1935 regresa a Epaña y al año siguiente se presenta con una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. No obstante la guerra civil le lleva a salir de España; tras la contienda regresa a su localidad natal, y se reencuentra por fin con la silenciosa y solitaria extensión de su paisaje y con la cercana realidad de ese mundo que siente como auténticamente propio. Durante la posguerra arranca de nuevo una carrera profesional que le deparará numerosos triunfos, tanto en España como en el extranjero. Celebrará desde entonces importantes exposiciones individuales, como las que tuvieron lugar en los años cincuenta en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Madrid, en las Galerías Syra de Barcelona o en el Museo de Bellas Artes del Parque de Bilbao. También participará en la II Bienal Hispanoamericana de La Habana (1953), donde recibe el Gran Premio de pintura, en la Internacional de Venecia (1954) y en la Hispanoamericana de Barcelona (1955), donde se le dedica una sala de honor. Lo mismo ocurrirá más tarde en la Bienal de Venecia de 1957. Este incremento de su actividad expositiva, así como el crecimiento de su fama a nivel internacional, llevarán a una década de los sesenta con importantes exposiciones como la colectiva celebrada en el Guggenheim de Nueva York en 1961. Asimismo, en 1968 se le dedicó una sala monográfica de honor en la última Exposición Nacional de Bellas Artes. Actualmente Ortega Muñoz está representado en la Fundación que lleva su nombre en Badajoz, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el de Bellas Artes de Bilbao y otras colecciones, tanto públicas como privadas.

After Nature





JAN HENDRIX (Maasbree, Holanda, 1949).
2004.
Esmalte cerámico sobre metal, ejemplar 1/2.
Adjunta certificado de autenticidad. 
Medidas: 90 x 120 cm. 
Nacido en el seno de una familia agrícola que se opuso rotundamente a la elección de su hijo de ser artista, será a los 17 años cuando, tras ser expulsado de su propia casa, comience sus estudios artísticos en la Real Academia de Arte de Den Bosch (pueblo natal de El Bosco). A pesar de ser expulsado de la misma debido a su conducta incívica, este será el comienzo de Hendrix dentro del mundo artístico. Así –invitado por el artista japonés Shinkichi Tajiri– ingresará como alumno de Atelier 63 en la ciudad de Harlem, una de las más radicales instituciones en esos momentos. Continuará sus estudios en la Jan van Eyck Academie, institución en la que se enfocará principalmente en la realización de obra gráfica. Entre los años 1971 y 1975 mantendrá contacto con un grupo de artistas instalados en la ciudad alemana de Dusseldorf, quienes influirán notablemente en Hendrix, ya por aquel entonces artista multidisciplinar, pero que, sin embargo, decidirá enfocar su producción ya por completo en la producción gráfica. De esta manera, formará un estudio serigráfico en el norte de Norugega. Gracias a la obtención de una beca por parte del Minsterio de Cultura de Holanda, Hendrix viajará a México, país que verá nacer a su primer hijo y, de nuevo, un taller de obra gráfica, espacio que será lugar de reunión para importantes artistas del momento, como Luis Lopez Loza, Emilio Ortiz, Fiona Alexander, Francisco Toledo, Gunther Gerzso, siendo estos últimos especialmente influyentes en su producción. Ya afincado completamente en México, comienza a investigar sobre la composición fractal, siendo un fractal un objeto geométrico cuya estructura básica, fragmentada o aparentemente irregular, se repite a diferentes escalas. De esta manera, Hendrix profundiza sobre el sentido de la escala y la búsqueda de soportes de papel que le proporcione un espacio con una atmósfera y un carácter propio. Sus viajes por Kenia le llevan a experimentar con la eliminación del color y el alto uso del contraste. En 1992 inicia el proyecto “Bitácora”, con el que viaja a China, Australia, Indonesia, Irán, Turquía, Alemania, Irlanda y México, el cual le abrirá las puertas a formar parte del Sistema nacional de Creadores del Fonca, puente que le permitirá el intercambio con jóvenes artistas. A lo largo de su carrera como artista, Hendrix ha expuesto en numerosas galerías, como la Galería Clement de Amsterdam y Holanda, así como con la Galería Ponce, la Galería Arte Contemporáneo y con la Galería Arte Mexicano (las tres localizadas en México). Destaca su participación con la Galería La Caja Negra en Madrid. Asimismo, ha participado en diferentes museos, como Bonnefanten Museum (Maastricht), el Museo de Arte Moderno (México, D.F.), los Archivos Imperiales de la Ciudad Prohibida (Pekín), el Tropenmuseum (Amsterdam), el Museo de Arte Contemporáneo (Oaxaca), la Calcografía Nacional de la Real Academia de San Fernando (Madrid) y el Irish Museum of Modern Art (Dublín). En 2012, el artista recibió la Orden Mexicana del Águila Azteca en grado de insignia, el más grande galardón otorgado en México a los extranjeros por su trabajo en arte y arquitectura. Es el tercer holandés en recibir este premio. Actualmente es posible encontrar la obra de Hendrix en numerosas colecciones públicas y privadas.

Composición








A-Sun Wu, (Taiwan, 1942).
2002.
Mixta sobre papel Guarro.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 76 x 56 cm.
Uno de los más destacados artistas plásticos de la República de China (Taiwán) , A Sun-Wu, viajó por el mundo por un tiempo, alejándose de los caminos tradicionales y obligados del mundo del arte. El artista trata de expresar elementos primordiales que ha descubierto a través del mundo. Desde los años 70, A Sun-Wu ha viajado por París, Nueva York, España, África, Amazonia, Indonesia o las islas del Pacífico Sur. Sus obras a menudo expresan un gesto violento y una materialidad grosera que se exterioriza en sus pinturas. Durante los años 80, su trabajo se convierte en primitivo con creaciones que expresan el amor por la naturaleza, mediante la representación de piedras, árboles, cortezas, lianas. De este modo, podemos distinguir en sus obras de arte, un original y feliz matrimonio entre Asia y Europa, América, África y Oceanía.
Wu ha sido invitado a realizar exposiciones por artistas de renombre mundial. Ha realizado exposiciones individuales en la Friedman y Vallois Gallery, Nueva York; Momentum Art Gallery, Knokke, Bélgica; en la Baudoin Art Gallery de París, Francia; la Feria del Mundo del Arte, en Bolonia, Italia; Huantie Galería de Arte Internacional, Beijing, China y Hakone Open-Air Museum, Japón. También recibió el galardón “Caballero Francés de las Artes y la Cultura”.

Sin título






José de Guimarães” José María Fernandes Marques (Braga, Portugal, 1939).
Mixta sobre papel.
Firmada a mano.
Medidas: 56 x 75 cm; 66 x 86 cm (marco).
Nacido en Guimaraes, residente a caballo entre Lisboa y París, y con amplia proyección internacional, José de Guimaraes (nombre de su ciudad natal que adopta como pseudónimo desde principios de ’60), sigue desarrando su pintura cincuenta años después, bajo el influjo de un primer encuentro decisivo con África en 1967 –tanto que al año siguiente le dedicaría un manifiesto, «El arte perturbador»–, le abocó a reconocer un mundo infinito, el del arte tribal o primitivo de todos los continentes, en el que sigue tratando de encontrar lenguajes y verdades universales.
Guimarães representó a Portugal en la XVI Bienal de Sao Paulo (1981) y dos años después ya presentó su primera exposición en España en la Galería Juana Mordó, de Madrid, y en la galería René Metrás , de Barcelona (1984). Su obra está presente en numerosos museos y colecciones particulares de medio mundo. En 2001 el Museum Würth en Künzelsau organizó la primera gran retrospectiva de Guimarães a la que han seguido otras en Pekín, São Paulo, Lisboa, Vigo y, ahora, La Rioja. En 2001 recibió de la Sociedad Portuguesa de Autores el premio por su carrera artística y en 2005 el Presidente de la República de Portugal le otorgó la Gran Cruz de la Orden del Mérito.

Dama








FRANCESC MADURELL I TORRES (Barcelona, finales del siglo XIX, act. hasta 1910)
Busto en mármol.
Firmado y dedicado.
Medidas: 74 x 42 x 30 cm
Vemos en este busto una estética típicamente finisecular, que aúna la delicada belleza formal del modernismo con un aire melancólico muy propio de la época, de herencia simbolista y gran carga evocadora. Como es habitual en la escultura modernista catalana, el rostro aparece trabajado con gran detalle, revelando un trabajo de herencia clásica, ideal y a la vez moderno en su expresividad, en la delicadeza de sus acabados. En contraste, los cabellos y las delicadas telas aparecen trabajados con una técnica más suelta, casi fluyendo como materia viva.
Escultor catalán enmarcado dentro del modernismo, Francesc Madurell fue también diseñador de medallas conmemorativas, y colaboró con Domènech i Montaner en el Hospital de Sant Pua, diseñando las piezas cerámicas en relieve del pabellón administrativo. Como escultor, participó en la I Exposició d'Artistes Independents de 1907 y en la VI Exposició Internacional d'Art de 1911. Está actualmente representado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Sin titulo








BOSCO SODI (México D.F., 1970).
Composición, Barcelona, 2005.
Pintura y materia sobre cartón grueso.
Firmado, fechado y localizado al dorso.
Medidas: 103,5 x 77 cm; 131 x 104 cm.(marco).
En la obra de Sodi impera la conexión con la tierra, con las materias primas vinculadas a cada lugar, por lo que cada pintura está relacionada de forma única con el sitio en la que fue creada. Explora el gesto y la materia en conexión con espiritual, utilizando materiales crudos: pigmentos, aserrín, fibras naturales, resinas, elementos volcánicos... dando un resultado texturado. Afincado entre Nueva York, Barcelona, Berlín y Ciudad de México, Bosco Sodi es un joven y reconocido creador mexicano de formación autodidacta, que se ha convertido en el heredero de la tradición informalista y del expresionismo abstracto. Señala a Rothko y Tàpies como dos de sus maestros; admira al primero por el uso magistral del color, y al segundo por su interpretación del material y su apreciación de la sensibilidad oriental. La obra de Sodi ha pasado por distintas épocas, fruto de su afán de investigación. Según sus propias palabras, utiliza la pintura como “fuente inagotable de nuevas sensaciones”, y la define como “pintura del alma”. El fulgurante cromatismo que se refleja en su obra, y la explosión de vitalidad que contiene, se unen íntimamente con las materias, que dan forma a orografías magmáticas. Para lograr esta expresividad matérica utiliza todo tipo de elementos, desde el serrín hasta la tierra o las limaduras de hierro, además de grandes cantidades de pigmento. Esta conjunción de materiales tiene también que ver con el hecho de que Sodi concibe el acto físico de pintar como algo telúrico; trabaja las materias con las manos, directamente, dándoles forma como un labrador trabaja la tierra. Por otro lado, en su obra también el azar tiene protagonismo: el accidente y lo inesperado actúan como un elemento más, que acaba de dar forma a sus trabajos. A lo largo de su carrera, Bosco Sodi ha celebrado exposiciones individuales en España, México, Italia, Portugal, Colombia, Japón, Estados Unidos y Alemania, destacando entre las más recientes las celebradas en el Museo de San Ildefonso en Ciudad de México y la galería Taka Ishii de Kyoyo (Japón), ambas en 2012. También ha celebrado muestras personales en importantes centros de arte como el Bronx Museum de Nueva York, la Casa de Asia de Barcelona, la Tokyo Wonder Site Shibuya o el Museo Internazionale delle Arti Applicate Oggi de Turín. Asimismo, ha tomado parte en exposiciones colectivas por todo el mundo, y participado en ferias como Art Basel, FIAC, ARCO, FRIEZE, MACO, Hong Kong Art Fair, CORNICE, SCOPE Basel, Los Angeles Art Show, China International Gallery Exposition, Art Cologne, etc.