RODRÍGUEZ
DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867).
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad, emitido por Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla.
Medidas: 101 x 141 cm; 116 x 156 cm (marco).
En su certificado, Enrique Valdivieso indica que se trata de una obra claramente perteneciente a la escuela sevillana de mediados del siglo XIX, y que en ella es posible reconocer con claridad la característica configuración expresiva de los tipos físicos propios del estilo de Manuel Rodríguez de Guzmán, del cual es obra auténtica. Por sus características técnicas, Valdivieso fecha esta obra hacia 1850, poco antes del traslado del pintor a Madrid en 1852.
Destacado pintor especializado en escenas costumbristas y folklóricas andaluzas, Rodríguez de Guzmán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla. Allí fue discípulo de José Domínguez Bécquer, quien le inició en la pintura costumbrista, y bajo cuya dirección desarrolló el pintor su primera etapa. Progresivamente fue acometiendo pinturas de mayor empeño compositivo, ambientadas en escenarios más amplios que los de sus primeras obras. Atraído por el interés de Isabel II por sus pinturas, en 1854 se establece en Madrid con intención de trabajar como pintor de corte. Este interés cristalizó en una propuesta que Rodríguez de Guzmán elevó a la reina, consistente en la realización de una amplia serie pictórica que recogiese las distintas fiestas, ferias y romerías que se celebraban en España, comprometiéndose en realizar un cuadro de este tipo al año. Aunque finalmente no pudo completar el proyecto, el pintor llevó a cabo varias obras que pasaron a formar parte de la colección real, como su obra maestra, “La feria de Santiponce”. Amigo de Antonio María Esquivel, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo en 1858 una mención honorífica por su obra “Rinconete y Cortadillo”, inspirada en las “Novelas Ejemplares” de Cervantes. La actividad de Rodríguez de Guzmán en Madrid gozó de especial predilección oficial, puesto que el Estado le adquirió en 1864 dos obras, hoy en paradero desconocido, tituladas “Las habaneras” y “Gitana diciendo la buenaventura a unos gallegos”. Trabajó asimismo los temas taurinos, de historia e incluso el retrato, revelando en estos últimos una factura marcada por un desenfado técnico de evocación goyesca, quizás derivado de profunda amistad con el pintor Eugenio Lucas. Su pintura se caracterizó por un colorido brillante, así como por su gran facilidad para captar con naturalismo e instantaneidad los tipos populares, organizados en escenas repletas de figuras descritas minuciosamente. Su arte destaca asimismo por la maestría compositiva, así como por el empleo de una pincelada ágil y deshecha, que otorga una gran vitalidad a sus escenas. Aunque no pintó escenas ni tipos distintos a los de otros pintores de su generación, resolvió sin emba
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad, emitido por Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla.
Medidas: 101 x 141 cm; 116 x 156 cm (marco).
En su certificado, Enrique Valdivieso indica que se trata de una obra claramente perteneciente a la escuela sevillana de mediados del siglo XIX, y que en ella es posible reconocer con claridad la característica configuración expresiva de los tipos físicos propios del estilo de Manuel Rodríguez de Guzmán, del cual es obra auténtica. Por sus características técnicas, Valdivieso fecha esta obra hacia 1850, poco antes del traslado del pintor a Madrid en 1852.
Destacado pintor especializado en escenas costumbristas y folklóricas andaluzas, Rodríguez de Guzmán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla. Allí fue discípulo de José Domínguez Bécquer, quien le inició en la pintura costumbrista, y bajo cuya dirección desarrolló el pintor su primera etapa. Progresivamente fue acometiendo pinturas de mayor empeño compositivo, ambientadas en escenarios más amplios que los de sus primeras obras. Atraído por el interés de Isabel II por sus pinturas, en 1854 se establece en Madrid con intención de trabajar como pintor de corte. Este interés cristalizó en una propuesta que Rodríguez de Guzmán elevó a la reina, consistente en la realización de una amplia serie pictórica que recogiese las distintas fiestas, ferias y romerías que se celebraban en España, comprometiéndose en realizar un cuadro de este tipo al año. Aunque finalmente no pudo completar el proyecto, el pintor llevó a cabo varias obras que pasaron a formar parte de la colección real, como su obra maestra, “La feria de Santiponce”. Amigo de Antonio María Esquivel, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo en 1858 una mención honorífica por su obra “Rinconete y Cortadillo”, inspirada en las “Novelas Ejemplares” de Cervantes. La actividad de Rodríguez de Guzmán en Madrid gozó de especial predilección oficial, puesto que el Estado le adquirió en 1864 dos obras, hoy en paradero desconocido, tituladas “Las habaneras” y “Gitana diciendo la buenaventura a unos gallegos”. Trabajó asimismo los temas taurinos, de historia e incluso el retrato, revelando en estos últimos una factura marcada por un desenfado técnico de evocación goyesca, quizás derivado de profunda amistad con el pintor Eugenio Lucas. Su pintura se caracterizó por un colorido brillante, así como por su gran facilidad para captar con naturalismo e instantaneidad los tipos populares, organizados en escenas repletas de figuras descritas minuciosamente. Su arte destaca asimismo por la maestría compositiva, así como por el empleo de una pincelada ágil y deshecha, que otorga una gran vitalidad a sus escenas. Aunque no pintó escenas ni tipos distintos a los de otros pintores de su generación, resolvió sin emba
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