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sábado, 30 de mayo de 2020

La carta" o "Figura de espadachín






 JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA (Valencia, 1863 – Cercedilla, Madrid, 1923).
"La carta" o "Figura de espadachín", 1881.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo superior izquierdo.
Medidas: 97,5 x 61 cm; 124 x 89 cm (marco).
La espléndida técnica del todavía joven Sorolla queda reflejada en la presente obra a través del trazo ágil y la pincelada fluida que caracterizó la pintura del maestro luminista valenciano. Realizada durante su periodo de juventud, cuando todavía residía en Valencia, poco antes de irse a estudiar a Roma,"Figura de espadachín" ejemplifica el interés del Sorolla por el tratamiento de distintos géneros. Y es que, durante esta primera época, fueron muy usuales las pinturas de temática realista y de costumbres en la fructífera producción del valenciano. De esta manera, Sorolla nos brinda la imagen de un espadachín recibiendo la carta de un ser querido, envuelto en sus pensamientos, con una mirada cálida y concentrada en la misiva. Ataviado a la moda del siglo XVIII, el joven espadachín se desenvuelve en una actitud relajada y pausada, adivinando así las pintura costumbristas que formaron importante parte de su producción. El mismo Sorolla comentó “Quiero dar, siempre dentro del verismo de mi escuela, una representación de España; no buscando filosofías, sino lo pintoresco de cada región”.
La temática de los espadachines fue bastante recurrente entre los pintores del siglos XIX, incluso en la centuria posterior, siendo trabajada por artistas como Alejandro Ferrant, Denis Belgrano o el propio Picasso.
Ya en su época escolar, Joaquín Sorolla demostró su afición por el dibujo y la pintura, asistiendo por las tardes a las clases de dibujo que impartía el escultor Cayetano Capuz en la Escuela de Artesanos. Premiado al terminar sus estudios preliminares en la Escuela Normal Superior, ingresó en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, en 1879. Asimismo, durante sus visitas a Madrid, realizadas en 1881 y 1882, copió cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado. Dos años más tarde obtuvo un gran éxito en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro de historia, lo que estimuló para solicitar una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Logrado su objetivo, en 1885 Sorolla parte para Roma, permaneciendo antes de llegar varios meses en París. En la capital francesa quedó impresionado por las pinturas de los realistas y los pintores que trabajaban al aire libre. Al terminar sus años en Roma regresa a Valencia en 1889, instalándose al año siguiente en Madrid. En 1892 Sorolla muestra una nueva preocupación en su arte, interesándose en problemas sociales al representar la triste escena de “¡Otra Margarita!”, premiada con medalla de primera clase en la Nacional, y al año siguiente en la Internacional de Chicago. Esta sensibilidad permanecerá en su obra hasta el fin de la década, en sus representaciones de la costa valenciana. Poco a poco, sin embargo, el maestro valenciano abandonará los temas de niños desdichados que vemos en “Triste herencia”, que había sido premiada en la Exposición Universal de París de 1900 y en la Nacional de Madrid un año después. Animado por el éxito de sus resplandecientes imágenes del Mediterráneo, y estimulado por su amor a la luz y a la vida de sus soleadas playas, centró en dichas escenas sus obras, más alegres y agradables, con las que logrará fama internacional. En 1906 celebró su primera exposición individual en la galería George Petit de París, y en ella demostró también sus habilidades como retratista. En 1908 el norteamericano Archer Milton Huntington, impresionado por la exposición del artista en la galería Grafton de Londres, pretendió adquirir dos de sus obras para su Hispanic Society. Un año después invitaría él mismo a Sorolla a exponer en su institución, siendo el resultado una muestra en 1909 que cosechó enorme éxito. La relación entre Huntington y Sorolla dio lugar al encargo más importante de la vida del pintor: la creación de los inmensos lienzos destinados a ilustrar, en las paredes de la Hispanic Society, las regiones de España. Tratando de captar la esencia de las tierras y gentes de su país, Sorolla recorrió España entre 1911 y 1919, sin dejar por ello de celebrar exposiciones. Incapacitado por un ataque de hemiplejía en 1921, Sorolla falleció dos años después, sin ver expuesta su gran “Visión de España”, que no sería instalada hasta 1926. Actualmente está representado en el Museo del Prado y el que lleva su nombre en Madrid, el Metropolitan de Nueva York, el de Orsay en parís, el J. Paul Getty de Los Ángeles, los de Bellas Artes de Bilbao y Valencia, la National Portrait Gallery de Londres y muchos otros.


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