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martes, 30 de mayo de 2017

Nature


Khvostov Oleg P. (1972) Nature. 2007
Óleo sobre lienzo. 109,8 × 130

Panther



Pyzhova Alevtina Dmitrievna (1936) Panther. 2014
Lienzo sobre cartón, acrílico. 49,8 × 60

Homenaje a Malevich


Nemuhin Vladimir Nikolaevich (1925-2016) Homenaje a Malevich. 1995
La impresión sobre lienzo, acrílico, cubo de plástico, de encaje. 40 × 35,2 × 8,3

acuario de peces


Zelenin Eduard Leonidovich (1938-2002) con un acuario de peces
Tableros duros, aceite. 39 × 35

paisaje


Kamenský Alexei Vasilievich paisaje (1927-2014) Primavera. 1974
Acuarela sobre papel. 29,5 × 41,5 (hoja), 29,5 × 41 (malla)

Una mujer con una vaca


Burlyuk David Davidovich (1882-1967) Una mujer con una vaca. 1930 - principios de 1950
Lienzo sobre cartón, aceite. 30,4 × 40,7

Paisaje de invierno con las casas


TRÉBOL Julius Yulevich (1850-1924) Paisaje de invierno con las casas. 1896
Madera (paleta), aceite. 45,5 × 31,8

Diseño de vestuario del ciclo «Vida de Chéjov»


Annénkov Yuriy Pavlovich (1889-1974) Diseño de vestuario del ciclo «Vida de Chéjov» ( «Chéjov Vida"). 1940-1950 el papel puesto en papel, lápiz de grafito, tinta, pluma, acuarela. 41,3 × 22,9 (hoja); 45 × 26,2 (sustrato

lunes, 29 de mayo de 2017

Patio de azahar








JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA
(Valencia, 1863 – Cercedilla, Madrid, 1923)
“Patio de azahar”
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en 1889 en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 41 x 66 cm; 67 x 93 cm (marco).

Ya en su época escolar, Joaquín Sorolla demostró su afición por el dibujo y la pintura, asistiendo por las tardes a las clases de dibujo que impartía el escultor Cayetano Capuz en la Escuela de Artesanos. Premiado al terminar sus estudios preliminares en la Escuela Normal Superior, ingresó en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, en 1879. Asimismo, durante sus visitas a Madrid, realizadas en 1881 y 1882, copió cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado. Dos años más tarde obtuvo un gran éxito en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro de historia, lo que estimuló para solicitar una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Logrado su objetivo, en 1885 Sorolla parte para Roma, permaneciendo antes de llegar varios meses en París. En la capital francesa quedó impresionado por las pinturas de los realistas y los pintores que trabajaban al aire libre. Al terminar sus años en Roma regresa a Valencia en 1889, instalándose al año siguiente en Madrid. En 1892 Sorolla muestra una nueva preocupación en su arte, interesándose en problemas sociales al representar la triste escena de “¡Otra Margarita!”, premiada con medalla de primera clase en la Nacional, y al año siguiente en la Internacional de Chicago. Esta sensibilidad permanecerá en su obra hasta el fin de la década, en sus representaciones de la costa valenciana. Poco a poco, sin embargo, el maestro valenciano abandonará los temas de niños desdichados que vemos en “Triste herencia”, que había sido premiada en la Exposición Universal de París de 1900 y en la Nacional de Madrid un año después. Animado por el éxito de sus resplandecientes imágenes del Mediterráneo, y estimulado por su amor a la luz y a la vida de sus soleadas playas, centró en dichas escenas sus obras, más alegres y agradables, con las que logrará fama internacional. En 1906 celebró su primera exposición individual en la galería George Petit de París, y en ella demostró también sus habilidades como retratista. En 1908 el norteamericano Archer Milton Huntington, impresionado por la exposición del artista en la galería Grafton de Londres, pretendió adquirir dos de sus obras para su Hispanic Society. Un año después invitaría él mismo a Sorolla a exponer en su institución, siendo el resultado una muestra en 1909 que cosechó enorme éxito. La relación entre Huntington y Sorolla dio lugar al encargo más importante de la vida del pintor: la creación de los inmensos lienzos destinados a ilustrar, en las paredes de la Hispanic Society, las regiones de España. Tratando de captar la esencia de las tierras y gentes de su país, Sorolla recorrió España entre 1911 y 1919, sin dejar por ello de celebrar exposiciones. Incapacitado por un ataque de hemiplejía en 1921, Sorolla falleció dos años después, sin ver expuesta su gran “Visión de España”, que no sería instalada hasta 1926. Actualmente está representado en el Museo del Prado y el que lleva su nombre en Madrid, el Metropolitan de Nueva York, el de Orsay en parís, el J. Paul Getty de Los Ángeles, los de Bellas Artes de Bilbao y Valencia, la National Portrait Gallery de Londres y muchos otros.

La Coronación de la Virgen








Escuela sevillana, siglo XVII
“La Coronación de la Virgen”.
Relieve en madera tallada, dorada, policromada y estofado.
Medidas: 143 x 113 x 16 cm.
Por la composición e iconografía este relieve debe ser la pieza central de un retablo dedicado a la Virgen María.

La obra cuenta con un cielo de nubes, plagado de ángeles tanto de cuerpo entero (en la parte inferior) como de cabecitas (repartidos por el relieve), situando la escena en el plano celestial de la existencia. En primer término, y a gran tamaño (como es habitual en el arte surgido después y gracias a las normas del Concilio de Trento), aparecen tres figuras: a la izquierda, semidesnudo, cubierto con un rico paño, y sosteniendo con una mano una cruz de gran tamaño, Cristo; a la derecha, un hombre barbado con una rica túnica, movida como el resto de los paños, Dios Padre; en la parte superior, la paloma del Espíritu Santo; en el centro, bajo la corona que es sostenida en alto por Cristo y Dios Padre, aparece de rodillas María, vestida con túnica y manto y situada sobre un cuarto creciente lunar (aludiendo claramente a la iconografía de la Inmaculada, tan habitual en la España del momento).

Aparición de la Virgen de la Misericordia. Reus







FORTUNY MARSAL, Mariano (Reus, Tarragona, 1838 – Roma, 1874).
“Aparición de la Virgen de la Misericordia. Reus”, 1855.
Ocho pinturas al óleo sobre lienzo.
Firmado, fechado y dedicado en el ángulo inferior derecho de la pintura principal: “A D. Domingo Soberano, en prueba de mi mucho afecto. Barcelona, 20 Agosto de 1855. Mariano Fortuny”.
Con etiqueta al dorso de la Sala Parés de Barcelona.
Medidas: 96 x 77 cm (grande); 13,5 cm de diámetro (pequeños); 136 x 118 cm (marco).

PROCEDENCIA:
Col. Soberano, 1887.
Sala Parés, Barcelona.
Colección particular.

EXPOSICIONES:
Zaragoza, Mariano Fortuny y Marsal en el 160 aniversario de su nacimiento, Centro de exposiciones y congresos, 29 de septiembre-20 de diciembre, 1998, pág. 66-67 (ilustrada en color).

BIBLIOGRAFÍA:
Davillier, Ciclopedia of Painters and Paintings, 1887, vol.II. nº2; Barcelona, 1979, Artema, nº 1.
González, C. y Martí, M., Barcelona, 1989, tomo I, lám. 4pág. 163; tomo II, pág. 22, cat. nº RL-0.01.55.

Esta obra, firmada en 1855, pintada con unos 17 años y dedicada por Fortuny a su profesor Domingo Soberano, está catalogada con el nº 648 en la Exposición Fortuny del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional. Fue expuesta en el Ayuntamiento y el Museo de Reus, así como en el Palau de la Virreina de Barcelona en 1940. Asimismo, fue exhibida en la exposición extraordinaria “Obras seleccionadas de pintores de Fama”, celebrada en la Sala Parés de Barcelona entre diciembre de 1971 y enero de 1972.
Joaquín Ciervo, en su estudio crítico-biográfico publicado en “Els Quaderns d’Art” de la Editorial Aymá en 1943 (“Biblioteca de Figuras Ilustres), comenta esta obra y época del pintor con las siguientes palabras: “Mariano Fortuny ingresó en una escuela de dibujo y en 1850 el pintor don Domènec Soberano le permitió explayarse cerca de él en su estudio o taller (esto pasaba en Reus). Aprendió los rudimentos para pintar al óleo y a la acuarela, y pronto le fueron encargados exvotos para el Santuario de la Madre de Dios de la Misericordia, con lo cual fueron acelerados los proyectos del anciano y estimuladas las aspiraciones del joven”.
En este conjunto de ocho pinturas se representan varios episodios, de los cuales el más importante es la aparición de la Virgen de la Misericordia en Reus. La leyenda narra que en 1592, encontrándose la localidad de Reus asolada por la peste, se apareció la Virgen a una pastorcilla que apacentaba su ganado en el término de la villa de San Pedro, y le dijo que hablase con los jurados de la villa y les dijese que rodearan sus muros con una vela y después la dejasen arder cuanto durase puesta delante del Santísimo, porque les aliviaría de aquel mal. Quedó la niña con esto tan admirada que dudó el ser creía por ellos, pero la Virgen le dio una señal con la cual, viéndola, quedaron satisfechos, que fue ponerle la mano en la mejilla y dejarle una marca en forma de rosa (el símbolo de la ciudad de Reus desde el siglo XIV). Ejecutaron entonces el mandamiento, y pronto experimentaron el deseado alivio. En agradecimiento, erigieron una capilla a título de Nuestra Señora de la Misericordia en el lugar donde se había aparecido a la niña. No obstante, al crecer la devoción popular, aún hoy muy vigente en Reus, la capilla de 1602 se sustituyó en 1650 por el Santuario de la Misericordia que ha llegado hasta nuestros días, cuyas obras finalizaron en 1683. En la ciudad de Reus es muy grande la devoción hacia la Virgen de la Misericordia, y de hecho es costumbre entre la gente el casarse no en su parroquia sino en el santuario. A día de hoy, en torno a él se siguen celebrando las Fiestas de la Misericordia, la segunda fiesta mayor de Reus.
En la pintura principal de este conjunto vemos la aparición de la Virgen, acompañada de una corte de ángeles músicos, ante la joven pastorcilla. Ésta se halla acompañada de sus animales, junto a un río, con la ciudad al fondo, en la que destaca la silueta de la iglesia de Reus. En los tondos vemos la representación de las siete obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, asistir al preso, dar posada al caminante y sepultar a los muertos.

Fortuny inició su formación en la Escuela de Arte municipal de Reus, y en 1850 se traslada a Barcelona con su abuelo. Allí continúa sus estudios como discípulo de Domingo Talarn, e ingresa en la Escuela de Bellas Artes, donde tuvo como maestros a Pablo Milá, Claudio Lorenzale y Luis Rigalt. Asiste al mismo tiempo a la escuela privada de Lorenzale, lo que determinará su inclinación por la pintura romántica en esta primera etapa. En 1858 se instala en Roma gracias a una beca, y asiste a la Academia Chigi. Estando allí, la Diputación de Barcelona le propone viajar a Marruecos para pintar los encuentros bélicos que estaban teniendo lugar en la zona, lo que dará un giro total a su trayectoria. La luz de Marruecos y el exotismo del lugar y de sus gentes le llevan a interesarse por aspectos totalmente desconocidos en su producción anteriores. En 1860 visita Madrid, donde frecuenta el museo del Prado y se interesa por la obra de Velázquez y Goya. Poco después inicia un viaje por Europa, e finalmente regresa a Roma de forma definitiva. Asiste a las clases de la Academia de Bellas Artes de Francia en la Villa Médicis, y en 1861 visita Florencia y entra en contacto con los “macchiaioli”. Regresa a Marruecos en 1862, y se dedica a pintar temas costumbristas en los que capta el movimiento a través del color y de la luz. De vuelta en Roma sigue centrado en temas de ambientación orientalista. Poco después viaja a París y conoce a Adolphe Goupil, quien será su marchante desde 1866. Ese mismo año visita de nuevo Madrid y pasa por Toledo, donde descubre a El Greco. En 1867 expone en el estudio de Federico de Madrazo, quien se convierte ese mismo año en su suegro. Al año siguiente regresa a Roma, y en 1870 se consolida su fama a nivel internacional gracias a su exposición en la galería parisina de Goupil. Se instala en estos años en Granada, en la Fonda de los Siete Suelos de la Alambra, con la idea de afrontar nuevos temas con la mayor libertad que le otorga el éxito comercial y de crítica. No obstante, en 1872 se ve obligado a regresar a Roma, donde permanecerá ya hasta su muerte. Mariano Fortuny está representado en el Museo del Prado, la National Gallery de Londres, el Museo de la Hispanic Society de Nueva York, el Palacio Ruspoli en Roma, los Museos de Bellas Artes de Bilbao, San Francisco, Cincinnati y Boston y el Nacional de Arte de Cataluña, entre muchos otros.

Júpiter. Imperio romano, siglos II-III d. C









Figura de Júpiter. Imperio romano, siglos II-III d. C.
Mármol.
Procedencia: Colección E.B. (Barcelona).
Medidas: 41,5 x 27 x 11 cm; 2 x 33 x 18 cm (peana).
Escultura en mármol blanco que muestra a una figura masculina, de torso desnudo con potente anatomía, vestido con una toga y descalzo, acompañada por un ave (seguramente un águila). La figura masculina, a la que le faltan cabeza y brazos, presenta un contrapposto destacado, que le aporta movimiento, y un aplomo acorde con el tema. Se trata del Dios Júpiter, acompañado de su animal, el águila.
Estilísticamente, se puede apreciar con claridad la fuerte relación existente entre el arte romano y el arte griego. El Imperio Romano importó numerosas obras de talleres griegos (los, con clara preferencia por el arte de herencia Clásica y su idealización y formas armónicas, delicadas y equilibradas. De hecho, a lo largo de la historia del arte romano, se puede ver un movimiento “basculante” entre una mayor preferencia por el realismo romano y un acercamiento al arte idealizado clasicista griego según el momento histórico en que estemos situados y la dinastía de emperadores que esté en el poder, hasta que a partir de hacia el siglo III-IV d. C. se evolucione en la escultura a una idealización y esquematización en las formas que se ha visto como respuesta a la influencia de la religión cristiana y su promesa de un más allá eterno.

Hijo de Saturno y Ops, fue la deidad suprema de la Tríada Capitolina, que formaba con su esposa Juno y su hija Minerva. Equivalente al Zeus griego, sus atributos iconográficos son el águila, el rayo y el cetro de mando. Su culto, de probable origen sabino, fue introducido en Roma por Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, entre finales del siglo VIII a.C. y principios del VII. A su culto se dedicó el mayor templo de Roma, construido en la colina Capitolina, donde era venerado como “Iuppiter Optimus Maximus”, protector de la ciudad y del Estado romanos, de quien emanan la autoridad, las leyes y el orden social.

Templete. Italia, siglo XIX






Templete. Italia, siglo XIX.
Madera tallada, policromada y dorada.
Medidas: 80 x 71 x 39 cm.

De inspiración clásica, se trata de una pieza decorativa que representa el pórtico de un templo, si bien no se trata de un templo hexástilo convencional (ya que las columnas de su frontis no se disponen en línea recta, como sí ocurriría en un templo próstilo), sino que su frente cuenta con columnas retranqueadas que flanquean el pórtico central. Por estos motivos, a pesar de que sólo observamos su arquitectura frontal, podría tratarse de un templo de inspiración neocláisca, aspectos que corroboran tanto el ajedrezado del suelo como el motivo estrellado que se corta a la entrada del templo. De esta manera, se observa el basamento y el estilóbato característicos de un templo romano, así como columnas de orden corintio, el más elegante y ornamentado de los órdenes clásicos: sus columnas cuentan con basas en las que se alternan molduras de toro y escocia, sobre las que se eleva un esbelto fuste acanalado culminado en un capitel decorado con hojas de acanto, cuyos tallos dan lugar a una serie de volutas llamadas caulículos. De la búsqueda fidedigna de las diferentes calidades matéricas nos hablan tanto el veteado del mármol aplicado de manera magistral, no sólo en el ajedrezado del suelo, sino también en las grietas que el paso del tiempo ha producido en las columnas del templo.

El zapatero remendón






JUDERÍAS CABALLERO, Máximo (Zaragoza, 1867 – Cerdanyola del Vallès, Barcelona, 1951).
“El zapatero remendón”.
Óleo sobre lienzo encolado sobre tabla.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 65 x 83 cm; 90 x 107 cm (marco).

Hijo de familia acomodada -su padre era ingeniero-, Máximo Juderías se inicia en el conocimiento artístico en las clases de dibujo de la Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. De allí pasará a la de San Fernando de Madrid a la edad de dieciséis años, en 1883. Allí destacará en composición y colorido, pero sin embargo pronto abandona sus estudios a causa de un incidente en la clase de anatomía que se impartía en el antiguo Colegio de Cirugía de San Carlos, impresionado por la cabeza diseccionada de un cadáver. En Madrid recibe la protección de Rafael Ruiz Martínez, alto funcionario del Estado en la isla de Cuba para el que llevará a cabo la decoración de su palacio en el Paseo de la Castellana. El éxito de aquella obra le valió que el marqués de Cerralbo le encomendara la pintura mural de su nuevo palacio en la calle Ventura Rodríguez, hoy museo. En este encargo destacan especialmente su plafón en el salón chaflán y, sobre todo, la fastuosa decoración “La danza de los dioses” y las escenas de “Historia de la danza”, en la bóveda y las escocias del gran salón de baile, pinturas que firmó y fechó en 1891-92. Juderías Caballero vivió junto al marqués de Cerralbo durante unos siete años, realizando también para su mecenas cuadros de género y paisajes de Santa María de Huerta, donde solía veranear la familia. En 1893 se le encargó el proyecto de decorar la cada en Madrid de la duquesa de Castro Enríquez, situada en la calle Arenal. No obstante, la duquesa desaprobó los desnudos que el pintor incluía en los bocetos -de los que se conserva una grandiosa composición de “Bacanal”-, pero el pintor se negó a retocar su proyecto y, contrariado, decidió marchar a París para ampliar allí sus conocimientos y trabajar en lo que él mismo definió como “un ambiente más amplio y más comprensivo”. En la capital francesa residiría durante veinticinco años, llegando a alcanzar la categoría de “Simesse” en el Salón de Otoño parisino. No encontrando allí encargos para decoraciones murales, se dedicó entonces a la pintura de caballete, que allí le vendía el marchante Vermeuill y en Nueva York los hermanos Prince. Con sus cuadros de paisaje y de género obtuvo un éxito notable, pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial se vio obligado a dejar París. Hacia 1918 regresa a España y se instala en Cerdanyola, iniciando una etapa de inactividad artística motivada por la derrota que supuso para él la pérdida de su estudio parisino, inactividad sólo interrumpida por ocasionales exposiciones en las galerías barcelonesas Colomer y Gaspar. Máximo Juderías está representado, entre otros centros, en el Museo Cerralbo, así como en importantes colecciones privadas nacionales e internacionales.







Caja registradora NATIONAL, Estados Unidos, principios del siglo XX.
Metal dorado, con base de madera.
Medidas: 58 x 51 x 42 cm.
Caja registradora de la firma Nacional. Cuenta con un cajón en el mueble de la base, con compartimientos que permiten distribuir monedas y billetes. La máquina es de metal dorado, con motivos decorativos en relieve, principalmente motivos clásicos como palmetas, roleos vegetales y hojas de acanto. Incluye además una cartela superior, de perfil sinuoso modernista, donde se lee la inscripción “Importe de su Compra”. Conserva todos los botones, en colores negro, blanco, naranja, rosa, azul y amarillo. En la zona superior podemos ver la representación de dos manos con puños de camisa, señalando a los indicadores de modo de pago e importe (en pesetas), también visibles en la parte trasera. En la zona lateral izquierda presenta el compartimiento para el rollo de papel que permite imprimir el tique de compra.
A finales del siglo XIX; la mayor parte de los negocios estaban creciendo, adquiriendo unas dimensiones que iban más allá del ámbito familiar, donde lo habitual es que sólo una o dos personas manejaran el dinero. Los negocios de mayor envergadura comenzaron a preocuparse por los pequeños robos por parte de sus empleados, por lo que pronto se llegó a la conclusión lógica de utilizar sistemas mecánicos para el cobro en los establecimientos. Actualmente se atribuye a James Ritty (Dayton, Ohio), el propietario de un café, la creación de la primera caja registradora. Tras darse cuenta de que estaba perdiendo dinero en su negocio, inventó y patentó junto a su hermano John la primera caja registradora el 4 de noviembre de 1879. Juntos, en los años sucesivos, desarrollaron nuevos modelos, entre los que se encuentra el conocido como “El Cajero Incorruptible”. En 1885 llamaron la atención de un nuevo socio, John Patterson, con quien fundaron The National Manufacturing Company (poco después The National Cash Register Company). Pese a la reticencia de los propietarios de comercios, y especialmente de sus empleados, Patterson logró abrir el camino para el nuevo invento y convirtió a la máquina registradora en la protagonista de los establecimientos comerciales, en el foco de atención del público. Esto se logró mostrando al cliente el atractivo del novedoso invento (mediante diseños bellos y ornamentados), y también creando sistemas que ayudaban a los empresarios a evitar el robo por parte de los empleados. Así, National comenzará a fabricar cajas registradoras con bases de maderas nobles, en ocasiones ricamente adornadas con marquetería, y cajas de metales como el bronce, el latón, el cobre y también el metal simple, aunque adornado con motivos grabados o bellos diseños esmaltados. Además, se trataba de máquinas con dos años de garantía, lo que favorecía la buena recepción por parte de los dueños de comercios. No obstante, muchas de estas primeras cajas registradoras han sobrevivido, en funcionamiento y buen estado, hasta nuestros días, y de hecho se mantuvieron en uso durante generaciones. Gracias a este éxito, muchas otras compañías comenzaron a fabricar cajas registradoras; pronto aparecerán más de doscientas nuevas firmas, aunque National será siendo la más grande y reputada.