JUDERÍAS CABALLERO, Máximo (Zaragoza, 1867 – Cerdanyola del
Vallès, Barcelona, 1951).
“El zapatero remendón”.
Óleo sobre lienzo encolado sobre tabla.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 65 x 83 cm; 90 x 107 cm (marco).
Hijo de familia acomodada -su padre era ingeniero-, Máximo
Juderías se inicia en el conocimiento artístico en las clases de dibujo de la
Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. De allí pasará a la de San
Fernando de Madrid a la edad de dieciséis años, en 1883. Allí destacará en
composición y colorido, pero sin embargo pronto abandona sus estudios a causa
de un incidente en la clase de anatomía que se impartía en el antiguo Colegio
de Cirugía de San Carlos, impresionado por la cabeza diseccionada de un
cadáver. En Madrid recibe la protección de Rafael Ruiz Martínez, alto
funcionario del Estado en la isla de Cuba para el que llevará a cabo la
decoración de su palacio en el Paseo de la Castellana. El éxito de aquella obra
le valió que el marqués de Cerralbo le encomendara la pintura mural de su nuevo
palacio en la calle Ventura Rodríguez, hoy museo. En este encargo destacan
especialmente su plafón en el salón chaflán y, sobre todo, la fastuosa
decoración “La danza de los dioses” y las escenas de “Historia de la danza”, en
la bóveda y las escocias del gran salón de baile, pinturas que firmó y fechó en
1891-92. Juderías Caballero vivió junto al marqués de Cerralbo durante unos
siete años, realizando también para su mecenas cuadros de género y paisajes de
Santa María de Huerta, donde solía veranear la familia. En 1893 se le encargó
el proyecto de decorar la cada en Madrid de la duquesa de Castro Enríquez,
situada en la calle Arenal. No obstante, la duquesa desaprobó los desnudos que
el pintor incluía en los bocetos -de los que se conserva una grandiosa
composición de “Bacanal”-, pero el pintor se negó a retocar su proyecto y,
contrariado, decidió marchar a París para ampliar allí sus conocimientos y
trabajar en lo que él mismo definió como “un ambiente más amplio y más comprensivo”.
En la capital francesa residiría durante veinticinco años, llegando a alcanzar
la categoría de “Simesse” en el Salón de Otoño parisino. No encontrando allí
encargos para decoraciones murales, se dedicó entonces a la pintura de
caballete, que allí le vendía el marchante Vermeuill y en Nueva York los
hermanos Prince. Con sus cuadros de paisaje y de género obtuvo un éxito
notable, pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial se vio obligado a
dejar París. Hacia 1918 regresa a España y se instala en Cerdanyola, iniciando
una etapa de inactividad artística motivada por la derrota que supuso para él
la pérdida de su estudio parisino, inactividad sólo interrumpida por
ocasionales exposiciones en las galerías barcelonesas Colomer y Gaspar. Máximo
Juderías está representado, entre otros centros, en el Museo Cerralbo, así como
en importantes colecciones privadas nacionales e internacionales.
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