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lunes, 29 de mayo de 2017

El zapatero remendón






JUDERÍAS CABALLERO, Máximo (Zaragoza, 1867 – Cerdanyola del Vallès, Barcelona, 1951).
“El zapatero remendón”.
Óleo sobre lienzo encolado sobre tabla.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 65 x 83 cm; 90 x 107 cm (marco).

Hijo de familia acomodada -su padre era ingeniero-, Máximo Juderías se inicia en el conocimiento artístico en las clases de dibujo de la Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. De allí pasará a la de San Fernando de Madrid a la edad de dieciséis años, en 1883. Allí destacará en composición y colorido, pero sin embargo pronto abandona sus estudios a causa de un incidente en la clase de anatomía que se impartía en el antiguo Colegio de Cirugía de San Carlos, impresionado por la cabeza diseccionada de un cadáver. En Madrid recibe la protección de Rafael Ruiz Martínez, alto funcionario del Estado en la isla de Cuba para el que llevará a cabo la decoración de su palacio en el Paseo de la Castellana. El éxito de aquella obra le valió que el marqués de Cerralbo le encomendara la pintura mural de su nuevo palacio en la calle Ventura Rodríguez, hoy museo. En este encargo destacan especialmente su plafón en el salón chaflán y, sobre todo, la fastuosa decoración “La danza de los dioses” y las escenas de “Historia de la danza”, en la bóveda y las escocias del gran salón de baile, pinturas que firmó y fechó en 1891-92. Juderías Caballero vivió junto al marqués de Cerralbo durante unos siete años, realizando también para su mecenas cuadros de género y paisajes de Santa María de Huerta, donde solía veranear la familia. En 1893 se le encargó el proyecto de decorar la cada en Madrid de la duquesa de Castro Enríquez, situada en la calle Arenal. No obstante, la duquesa desaprobó los desnudos que el pintor incluía en los bocetos -de los que se conserva una grandiosa composición de “Bacanal”-, pero el pintor se negó a retocar su proyecto y, contrariado, decidió marchar a París para ampliar allí sus conocimientos y trabajar en lo que él mismo definió como “un ambiente más amplio y más comprensivo”. En la capital francesa residiría durante veinticinco años, llegando a alcanzar la categoría de “Simesse” en el Salón de Otoño parisino. No encontrando allí encargos para decoraciones murales, se dedicó entonces a la pintura de caballete, que allí le vendía el marchante Vermeuill y en Nueva York los hermanos Prince. Con sus cuadros de paisaje y de género obtuvo un éxito notable, pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial se vio obligado a dejar París. Hacia 1918 regresa a España y se instala en Cerdanyola, iniciando una etapa de inactividad artística motivada por la derrota que supuso para él la pérdida de su estudio parisino, inactividad sólo interrumpida por ocasionales exposiciones en las galerías barcelonesas Colomer y Gaspar. Máximo Juderías está representado, entre otros centros, en el Museo Cerralbo, así como en importantes colecciones privadas nacionales e internacionales.

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