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miércoles, 25 de julio de 2018

Maria Magdalena








Escuela Veneciana, finales siglo XVI, principios siglo XVII.
“Maria Magdalena”.
Óleo sobre tabla. Engatillada.
Presenta restauraciones.
Medidas: 74 x 105 cm.
Se trata de una pintura que evidencia una gran calidad de dibujo, firme y delicado, de formas elegantes y suavizadas por un matizadísimo color, rico en veladuras y suaves gradaciones. A nivel expresivo destaca especialmente la belleza y emotividad del rostro de la santa, inclinado hacia un lado, con los grandes ojos oscuros dirigidos hacia Dios, hacia lo alto, la boca fruncida y las mejillas arreboladas por la emoción mística. Las manos denotan también una extremada elegancia, con sus dedos largos, estilizados y bien resueltos en escorzo, compitiendo en protagonismo con el propio rostro.
María Magdalena es mencionada en el Nuevo Testamento como una distinguida discípula de Cristo. De acuerdo con los Evangelios, alojó y proveyó materialmente a Jesús y sus discípulos durante su estancia en Galilea, y estuvo presente en la Crucifixión. Fue testigo de la Resurrección, así como la encargada de transmitir la noticia a los apóstoles. Se la identifica también con la mujer que ungió con perfumes los pies de Jesús antes de su llegada a Jerusalén, por lo que su atributo iconográfico principal es un pomo de esencias. Mientras que el cristianismo oriental honra especialmente a María Magdalena por su cercanía a Jesús, considerándola "igual a los apóstoles", en Occidente se desarrolló, basándose en su identificación con otras mujeres de los Evangelios, la idea de que antes de conocer a Jesús se había dedicado a la prostitución, y de ahí la leyenda posterior que narra su penitencia en el desierto. En el arte se la representó preferentemente de esta manera, especialmente en el siglo XVII, un momento en que las sociedades católicas sintieron una especial fascinación por las vidas de místicos y santos que vivieron en soledad en lugares salvajes, dedicados a la oración y la penitencia. El tema de la Magdalena, además, ofrecía la posibilidad de representar a una mujer hermosa que enseña algunas partes de la anatomía entonces consideradas tabú, como los pies o el pecho, pero que en ella respeta el decoro por cuanto es carne mortificada que expresa el arrepentimiento por sus pecados pasados.

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