FRANS FRANCKEN III (Amberes, Bélgica, 1607 –
1667) y JAN BRUEGHEL EL JOVEN (Amberes, Bélgica, 1601 – 1678)
Óleo sobre cobre.
Engatillado.
Medidas: 35,5 x 45 cm; 49 x 59,5 cm (marco).
En esta pintura al óleo sobre cobre Francken III representa la Visitación, con María y su prima en primer término, abrazadas, y sus esposos en segundo plano. Sobre las dos mujeres se sitúa un rompimiento de Gloria que inunda de luz dorada la escena, y en cuyo centro destaca el Espíritu Santo en forma de paloma. La composición se abre a un paisaje trabajado en gran profundidad en el lado izquierdo, mientras que se cierra en el derecho mediante una arquitectura clásica, en una composición típica del barroco clasicista de influencia italiana. Destaca formalmente el tratamiento del paisaje, trabajado a base de planos que se suceden en profundidad, en tonos azulados, difuminados por la distancia, siguiendo la tradición del paisaje flamenco, establecida ya en el siglo XV. También la acusada narratividad, que vemos en la presencia del perrito en el primer plano, o en la acción que se desarrolla entre los dos hombres, que se saludan y conversan, es un rasgo típico de la escuela flamenca.
La escena, alojada en una cartela oval horizontal, queda enmarcada por una rica y suntuosa decoración, típicamente barroca, a base de grandes flores, cestos de frutas, cintas formando delicados lazos e incluso un pajarillo, en una composición ornamental de gran delicadeza y un realismo tal que roza el ilusionismo. Esta guirnalda está realizada por Jan Brueghel el Joven, en una colaboración entre maestros típica del barroco flamenco, una escuela en la que la especialización de los pintores en géneros (figuras, bodegones, animales, interiores, arquitecturas, etc.), hizo frecuentes este tipo de trabajos conjuntos.
En el episodio de la Visitación María, después de la encarnación del Verbo en su seno, visita a su prima Isabel que esperaba un niño, quien será san Juan Bautista. Isabel reconoce entonces a María como la madre de Dios con estas palabras: “Bendita tú eres entre todas las mujeres por haber cumplido lo que el Señor te mandó. ¿Quién soy yo para que la Madre de mi Salvador me visite?”. Este episodio es un ejemplo de servicio y entrega a los demás, pues se toma como modelo a la Virgen María. Se trata de una escena representada con frecuencia en el arte a lo largo de la historia, si bien habitualmente se encuentran las dos mujeres solas, o en todo caso acompañadas por familiares.
Hijo de Frans Francken II, fue el último miembro de la importante familia de pintores de este apellido. Finalizada su formación, entró en el Gremio de San Lucas de Amberes, su ciudad natal, en 1639, y llegó a ser decano de esta institución en 1656, cargo que ocupó durante un año. Francken III desarrolló una obra heredera de la de su padre, y de hecho sus pinturas se confunden a menudo, debido a que ambos utilizaron idéntica firma. Así, vemos en su producción la influencia de Jan Brueghel de Velours y de sus antecesores de la familia Francken, así como deudas con el manierismo y la pintura del siglo XVI, apreciables tanto en la estructura de las composiciones como en el ritmo y la expresión de las figuras. Además, como ocurría en la obra de su padre, sus personajes incluyen alusiones evidentes a la obra de artistas italianos como Rafael, Veronés o Zuccaro. Sin embargo, las obras del hijo se caracterizan por una manera menos rotunda y una factura más suave que las de Francken II. Es frecuente la reutilización de motivos concretos de cuadros del padre en la pintura del hijo, quien también manifiesta préstamos pictóricos procedentes de algunas obras holandesas. Sus principales trabajos se basan en la incorporación de figuras en los cuadros de interiores de iglesias flamencas de Ludovicus Neefs, de los que son brillante ejemplo las dos conservadas en el Museo del Prado
Óleo sobre cobre.
Engatillado.
Medidas: 35,5 x 45 cm; 49 x 59,5 cm (marco).
En esta pintura al óleo sobre cobre Francken III representa la Visitación, con María y su prima en primer término, abrazadas, y sus esposos en segundo plano. Sobre las dos mujeres se sitúa un rompimiento de Gloria que inunda de luz dorada la escena, y en cuyo centro destaca el Espíritu Santo en forma de paloma. La composición se abre a un paisaje trabajado en gran profundidad en el lado izquierdo, mientras que se cierra en el derecho mediante una arquitectura clásica, en una composición típica del barroco clasicista de influencia italiana. Destaca formalmente el tratamiento del paisaje, trabajado a base de planos que se suceden en profundidad, en tonos azulados, difuminados por la distancia, siguiendo la tradición del paisaje flamenco, establecida ya en el siglo XV. También la acusada narratividad, que vemos en la presencia del perrito en el primer plano, o en la acción que se desarrolla entre los dos hombres, que se saludan y conversan, es un rasgo típico de la escuela flamenca.
La escena, alojada en una cartela oval horizontal, queda enmarcada por una rica y suntuosa decoración, típicamente barroca, a base de grandes flores, cestos de frutas, cintas formando delicados lazos e incluso un pajarillo, en una composición ornamental de gran delicadeza y un realismo tal que roza el ilusionismo. Esta guirnalda está realizada por Jan Brueghel el Joven, en una colaboración entre maestros típica del barroco flamenco, una escuela en la que la especialización de los pintores en géneros (figuras, bodegones, animales, interiores, arquitecturas, etc.), hizo frecuentes este tipo de trabajos conjuntos.
En el episodio de la Visitación María, después de la encarnación del Verbo en su seno, visita a su prima Isabel que esperaba un niño, quien será san Juan Bautista. Isabel reconoce entonces a María como la madre de Dios con estas palabras: “Bendita tú eres entre todas las mujeres por haber cumplido lo que el Señor te mandó. ¿Quién soy yo para que la Madre de mi Salvador me visite?”. Este episodio es un ejemplo de servicio y entrega a los demás, pues se toma como modelo a la Virgen María. Se trata de una escena representada con frecuencia en el arte a lo largo de la historia, si bien habitualmente se encuentran las dos mujeres solas, o en todo caso acompañadas por familiares.
Hijo de Frans Francken II, fue el último miembro de la importante familia de pintores de este apellido. Finalizada su formación, entró en el Gremio de San Lucas de Amberes, su ciudad natal, en 1639, y llegó a ser decano de esta institución en 1656, cargo que ocupó durante un año. Francken III desarrolló una obra heredera de la de su padre, y de hecho sus pinturas se confunden a menudo, debido a que ambos utilizaron idéntica firma. Así, vemos en su producción la influencia de Jan Brueghel de Velours y de sus antecesores de la familia Francken, así como deudas con el manierismo y la pintura del siglo XVI, apreciables tanto en la estructura de las composiciones como en el ritmo y la expresión de las figuras. Además, como ocurría en la obra de su padre, sus personajes incluyen alusiones evidentes a la obra de artistas italianos como Rafael, Veronés o Zuccaro. Sin embargo, las obras del hijo se caracterizan por una manera menos rotunda y una factura más suave que las de Francken II. Es frecuente la reutilización de motivos concretos de cuadros del padre en la pintura del hijo, quien también manifiesta préstamos pictóricos procedentes de algunas obras holandesas. Sus principales trabajos se basan en la incorporación de figuras en los cuadros de interiores de iglesias flamencas de Ludovicus Neefs, de los que son brillante ejemplo las dos conservadas en el Museo del Prado
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