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miércoles, 18 de octubre de 2017

Cristo de la Humildad y la Paciencia







Escuela española del siglo XVII. Círculo de MURILLO, Bartolomé Esteban (Sevilla, 1617 – Cádiz, 1682).
“Cristo de la Humildad y la Paciencia”. 
Óleo sobre lienzo. 
Medidas: 49 x 37 cm; 60 x 47 cm (marco).
Obra atribuida a Bartolomé Esteban Murillo, según estudio de Dr. José Piñol Barrull, emitido en 1999. 
Medidas: 32 x 22 cm; 40 x 30 cm (marco).
Según defiende el crítico de arte Dr. José Piñol Barrull, podría tratarse de un boceto realizado por el propio Murillo para un cuadro posterior.
Imagen devocional en la que se representa la imagen del Señor de la Humildad y la Paciencia, tema iconográfico procedente del norte de Europa y difundido por zonas meridionales a partir del siglo XV. La manifestación de la tristeza de Cristo en dicho tema iconográfico se vincula con el llamado “Temperamento saturnino”, a su vez relacionado con las iconografías alemanas del Varón de Dolores, que Durero plasmó en sus grabados de la pequeña y gran Pasión. 
El artista, perteneciente al círculo del maestro Bartolomé Esteban Murillo, representa a Jesús profundamente abatido y triste, sedente sobre una caja, esperando el momento decisivo de la Crucifixión. De esta manera, apoya su cabeza sobre su mano izquierda, mientras medita sobre los tormentos recibidos y las angustias que le abordan. En esta ocasión se representa a Cristo ante un fondo austero, neutro, si bien en otras ocasiones se le representa absorto entre la multitud. 
Se trata de una imagen de hondo dramatismo, típicamente barroco, realzado por la expresión de su rostro. La atmósfera atormentada en que respira Cristo plasma un personaje ensimismado, con una intensa vida interior, lleno de melancolía y renunciamiento ascético, propio de las doctrinas contrarreformistas que convirtieron a Murillo en el pintor de la Contrarreforma. La pieza presenta los trazos delicados que configuran la belleza característica de Murillo, cuya suavidad y dulzura enmarcan la obra dentro de la escuela sevillana. 
La influencia de Murillo fue clave para el desarrollo del pleno barroco no sólo en la escuela sevillana, sino también en otros focos. Considerado por algunos como el pintor que mejor define el barroco español, este maestro ejerció una notabilísima influencia entre sus contemporáneos sevillanos y, tras su muerte, su estela puede hallarse en otras escuelas incluso hasta el día de hoy, especialmente en lo referente al arte religioso. En el siglo XVIII su lenguaje y sus fórmulas iconográficas serán muy seguidos y repetidos, y durante el Romanticismo se realizaron numerosas copias de sus obras. No obstante, será en el barroco del siglo XVIII cuando más se aprecie la importancia de su influjo, difundido por sus numerosos discípulos y seguidores. De hecho, en dicha centuria fue el pintor español más conocido y apreciado fuera de España, el único del que Sandrart incluye una biografía en su “Academia picturae eruditae”, una obra de finales del siglo XVII.

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