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lunes, 15 de febrero de 2016

Escultura Balinesa









Talla en Ébano
altura 21 cm
anchura 7cm
+ de 100 años

CRISTO ANTE PILATOS


EDUARDO ROSALES.(CON CERTIFICADO) 

ÓLEO SOBRE LIENZO

 FIRMADO POR EL PROPIO AUTOR EN EL ÁNGULO INFERIOR IZQUIERDO. MEDIDAS SIN MARCO: 46 X 63,5 CM 

MEDIDAS CON MARCO: 71 X 86,5 CM.


Eduardo Rosales Martínez (Madrid, 1836-1873). Pintor español nacido el 4 de noviembre de 1836 en Madrid y fallecido el 13 de septiembre de 1873 en la misma ciudad. De salud muy precaria (padecía tuberculosis) y pocos medios materiales, alcanzó prestigio y fama ya antes de morirse, sin ni siquiera haber cumplido los 37 años. Rosales cultivó todos los géneros pictóricos, el retrato, el paisaje, la pintura de historia, la pintura religiosa, la costumbrista, etc., aunque su renombre y su prestigio artístico no se deben exclusivamente a su producción artística, relativamente escasa en lo que a óleos y obras definitivamente acabadas se refiere (aun teniendo en cuento la brevedad de su vida creativa, que apenas sobrepasó los tres lustros), sino también a la imagen de artista bohemio y malogrado, resultado de su enfermad y de su precaria situación económica. Pintor español nacido el 4 de noviembre de 1836 en Madrid y fallecido el 13 de septiembre de 1873 en la misma ciudad. De salud muy precaria (padecía tuberculosis) y pocos medios materiales, alcanzó prestigio y fama ya antes de morirse, sin ni siquiera haber cumplido los 37 años. Rosales cultivó todos los géneros pictóricos, el retrato, el paisaje, la pintura de historia, la pintura religiosa, la costumbrista, etc., aunque su renombre y su prestigio artístico no se deben exclusivamente a su producción artística, relativamente escasa en lo que a óleos y obras definitivamente acabadas se refiere (aun teniendo en cuento la brevedad de su vida creativa, que apenas sobrepasó los tres lustros), sino también a la imagen de artista bohemio y malogrado, resultado de su enfermad y de su precaria situación económica. De familia humilde (su padre fue funcionario), quedó huérfano y sin medios con la muerte de su madre, Petra Gallinas, en 1853, y la de su padre Anselmo Rosales, en 1855. Le sostuvieron y acogieron su hermano mayor, Ramón, miembro del cuerpo de telégrafos, y sus tíos, los Martínez Pedrosa. Su primo Fernando Martínez Pedrosa fue un fiel amigo y confidente durante toda su breve vida, y su prima Maximina Martínez Pedrosa se casó con el en 1868, dándole dos hijas, Eloísa y Carlota. Eduardo Rosales cursó sus primeros estudios en las Escuelas Pías de San Antón en 1845, para pasar posteriormente, en 1849, al Instituto San Isidro de Madrid. En 1851, a los quince años, ingresó en la Escuela que tenía la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la calle Alcalá. Ahí fue discípulo de José, Pedro y Federico de Madrazo, Luis Ferrant, Villaamil, Juan Antonio Ribera, Luis López Piquer e hizo amistad con Alejo Vera, Vicente Palmaroli y Raimundo de Madrazo. Su expediente académico durante su estancia de 1851 a 1856 fue muy positivo, e incluyó la obtención del premio de la especialidad de figura. Tras la finalización de sus estudios en la Escuela de la Real Academia de Bellas Artes, vivió ayudado por su hermano y por sus tíos y ganó algún dinero copiando retratos oficiales y pequeñas obras de encargo. Practicó el retrato al dibujo con un grupo de familiares. El tío Blas, firmado y fechado en 1856 (Colección Particular) es quizás su primer retrato. Éste, el Retrato de Maximina de azul y negro (Colección Particular) y el Retrato de Pepita (Paradero desconocido) se encontraron terminados en la primavera de 1856. Colaboró también con algunos grabados en la Historia del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial de Antonio Rotondo. En El Escorial le causaron una fuerte impresión las pinturas del techo de la biblioteca realizadas por Pellegrino Tibaldi. En una carta a su hermano del 5 de enero de 1857 manifestó por primera vez su deseo de dedicarse a las grandes composiciones y a la pintura de historia. Pero ya en febrero de 1856, en las fiestas de carnavales y a la edad de diecinueve años, se le manifestó el primer síntoma de tuberculosis en forma de vómito de sangre. La tuberculosis marcaría su vida tanto artística como personalmente, ya que fue la causa de que su obra se concibiera en un exiguo período de diecisiete años. El aspecto débil y consumido por la enfermedad incluso hizo que el pintor Domingo Valdivieso le escogiera como modelo para su Descendimiento, y el escultor Vallmitjana le pidiera que posara para su Cristo yacente. En una carta a Vicente Palmaroli del 31 de diciembre de 1856, a la edad de tan sólo veinte años, escribió: "Habría querido vivir, no para tener ideas de ambición ni para desplegar fausto, sino para saborear los goces de una felicidad que se me había permitido comprender" (citado por Juan Chacón Enríquez). Con la ayuda económica, y en compañía de sus amigos Vicente Palmaroli y Luis Álvarez, emprendió en 1857 el viaje a Italia. Pasó por Biarritz y Burdeos, donde le impresionó profundamente el cuadro La hija de Tintorreto de León Cogniet. Esta pintura y el Cromwell mirando el cadáver de Carlos I de Delaroche, que Rosales vio en Nîmes, fueron sus primeres puntos de referencia en la pintura contemporánea de historia. De Marsella viajó a Livorno, y tuvo más tarde breves estancias en Pisa y Florencia, para llegar el 18 de octubre de 1857 a Roma, donde vivió con algunas interrupciones por viajes a Francia y España hasta 1869. En Roma sobrevivió primero con la ayuda de su hermano y sus compañeros, hasta que José Piquer, director de la Academia Española, y el conde d´Epinay le cogieron bajo su protectorado sosteniéndole con una pequeña pensión. Entre 1858 y 1860 ingresó en varias ocasiones en el Hospital de Montserrat, dedicado a la curación de los españoles residentes en Roma. Por aquel entonces se enamoró de Carlota, una vecina relacionada con otro hombre, a la que retrató. Las cartas personales y su diario relatan su amor, sus celos y el sufrimiento que le causaron su enfermedad y las condiciones económicas de su vida bohemia. Su primera obra de su estancia romana es Tobías y el Ángel (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro), empezada hacia 1859 e inacabada, entre otras razones, por ser ingresado en el hospital de los españoles. Ese mismo año volvió a España, y en abril 1860 consiguió, según Xavier de Salas (1973), una pensión por "intervención del marqués de Vega de Armijo, ministro de Fomento, a quien se la pidió Vicente Palmaroli, y por el marqués de Corvera, político influyente, cuyo apoderado era Martínez Torregrosa, primo a su vez de los Martínez Pedrosa". De 1861 son sus estudios de composición para una Visita de Carlos a Francisco I, tema que había escogido para su primera pintura de historia, pero que más tarde abandonaría por estimarlo él mismo "frío e indiferente", sustituyéndolo primero por el tema de Isabel la Católica en el sitio de Baza, luego por la Muerte de Cava, y más tarde una Apoteosis de los Reyes Católicos, para pintar finalmente El Testamento de Isabel la Católica (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro), que terminó en julio 1864 para presentarlo a la Exposición Nacional de Bellas Artes, cuadro con el que consiguió la Primera Medalla. De esta época es también la copia obligada por su pensión de un fresco sienés con el tema de Santa Catalina (La Coruña, Museo de Bellas Artes) del pintor italiano Bazzi, más conocido por el apodo de Sodoma. En 1862 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, presentando el óleo Niña sentada en una silla, también llamado Nena (Colección Particular), con el que obtuvo una mención honorífica. De esta época es también Angelo, niño calabrés (Colección Particular) que le fue encargado por la condesa de Velle para hacer pareja con el anterior. El realismo costumbrista y sentimental en estos dos cuadros encajó a la perfección con el gusto en Europa hacia mitad del siglo, y era el preludio del naturalismo del Testamento de Isabel la Católica. De esta época son también el pequeño retrato de perfil de Pasuccia (Colección Particular) y su figura en pie (inacabada), llamada Ciocciara (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro). El éxito de la obtención de la Primera Medalla de Oro, conseguido en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1864 en Madrid por su primera pintura de historia, El Testamento de Isabel la Católica, fue seguido por un éxito internacional. En la Exposición Universal de París, inaugurada con retraso el 1 de abril de 1867, obtuvo la Primera Medalla de Oro y la Legión de Honor por este cuadro. La innovación de El Testamento de Isabel la Católica consistió en la creación un ambiente comparativamente menos retórico que el que hasta entonces se practicaba en la pintura de historia. Fue tan novedoso que creó una polémica en Madrid, dándole fama a Rosales como uno de los representantes de la nueva generación de pintores, es decir, uno de los primeros naturalistas. Los estudios y bocetos conservados para este cuadro revelan de hecho el abandono de la composición y las formas del purismo romántico a favor de la realización de una escena histórica basada en la representación natural, ya tan sólo con ciertas alusiones de sentimiento romántico. En 1865 viajó al Pirineo, a Panticosa, debido a su enfermedad, y ese mismo año viajó a la Exposición Oficial de París, donde se expusieron con gran escándalo la Olimpia y el Cristo coronado de espinas de Manet. El reconocimiento artístico conseguido con el Testamento de Isabel la Católica llegó a los comitentes, y Rosales tuvo más encargos oficiales y privados que los que podía realmente atender. De todos modos, no se aferró a un género determinado, a pesar de haber mostrado su capacidad artística en la pintura de historia. A partir de 1865 realizó un gran número de retratos. De esta época datan El Duque de Fernán Núñez (Colección Particular), los retratos de la familia del conde Manuel de Villena y Álvarez (Colección Particular) y los retratos de las hijas del marqués de Corvera (Colección Particular), que están técnicamente inspirados en los retratos de Velázquez. Una prueba de su valía artística en todos los géneros es el Desnudo de 1868 (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro). En 1868 vino a Madrid para casarse con su prima, Maximina Martínez Pedrosa, con la que tuvo dos hijas. La primera, Eloísa, murió al poco de nacer (como puede contemplarse en el dibujo Retrato de Eloísa muerta, del 8 de enero 1872, Colección Particular; y el cuadro Primeros Pasos, Colección Particular; en el que representa a Eloísa junto a su esposa Maximina), mientras que Carlota, que iba a ser también pintora, prácticamente no conoció a su padre por fallecer éste en 1873. De 1868 son el retrato de su mujer Maximina Martínez Pedrosa (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro) y el de su tía María Antonia Martínez Pedrosa (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro). De esta época parecen ser también los retratos de la Hija de Carderera (Colección Particular), el del Violinista Pinelli (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro) y el inacabado cuadro de historia Doña Juana la Loca en el Castillo de Illescas (Colección Particular). A partir de 1869 estaba instalado definitivamente en Madrid, y es más que probable que fue en su nuevo estudio en la calle Libertad 21 donde concluyó La muerte de Lucrecia (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro) y también La entrega de Blanca de Navarra al Captal de Buch, La presentación de Don Juan de Austria a Carlos V (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro) y el retrato de Concepción Serrano, hija del Duque de la Torre y futura condesa de Santovenia (Valencia, Museo de Bellas Artes), conocido también como La Niña en rosa. Estos cuadros fueron presentados juntos en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1871 de Madrid.Es particularmente importante la evolución de La muerte de Lucrecia por la acogida que recibió, cuando finalmente fue presentada en la Exposición Nacional. La noticia de haber sido premiado en París por su Testamento de Isabel la Católica le había llegado a Rosales a través de un telegrama de sus amigos Martín Rico y Raimundo Madrazo del 30 de abril de 1867. En su carta de respuesta Rosales mencionó estar trabajando en un cuadro con el tema de La muerte de Lucrecia, un cuadro que, por su acción, dramatismo y movimiento le causó muchos problemas: "Las dificultades de este [La muerte de Lucrecia] son infinitamente mayores que las del otro [El Testamento de Isabel la Católica], en que pude estudiarlos con calma, porque las figuras estaban todas en perfecto reposo, y en este todo en acción y de una dificultad inmensa; el grupo del padre y el marido que sostienen a Lucrecia moribunda en sus brazos, es terrible, porque en el natural no lo puedo ver más que tres o cuatro minutos." (Citado por Xavier de Salas, 1973). Pero la primera mención de este cuadro data ya del año 1865 cuando Rosales le comentó a su primo Fernando Martínez Pedrosa que quería pintar un cuadro de La Muerte de Lucrecia. A través de una carta de abril de 1866 a Martín Rico se sabe que Rosales llevaba en el momento de la concesión de la Medalla de Oro en la Exposición Universal de París ya por lo menos un año trabajando en este cuadro, pero dijo poder tenerlo listo para mayo de este mismo año. Finalmente, y tanto por razones de salud y como por las dificultades pictóricas, que el mismo relató en varias cartas, no consiguió terminarlo hasta 1869 y presentarlo hasta la Exposición Nacional de Bellas Artes del año 1871, es decir, después de haber estado seis años ocupado con la idea y la realización del tema. Es por eso que resulta aun más paradójico que una de las críticas más repetidas que recibió esta pintura fuera la que el cuadro pareciera una obra inacabada. A pesar de que La muerte de Lucrecia obtuviese la Primera Medalla del jurado académico, los críticos y, a través de ellos, también el gran público se mostraron feroces con el cuadro y el pintor, alegando que el cuadro pareciese inacabado. El rechazo universal de este cuadro refleja muy bien el desconcierto que produjo el abandono del acabado académico en el arte de Rosales a favor de una emancipación de valores puramente pictóricos, y es fundamental para explicar la tensión creativa en su obra. Paralelamente a la decepción por la crítica que había descalificado lo que para el había sido su obra maestra, la enfermedad de Rosales se agravó a partir de 1871 y por estos motivos tuvo que pasar largas temporadas en el campo, especialmente en Murcia. Allí descubrió el arte del paisaje y realizó bellos y simples esbozos de una intensa luminosidad, pero también pinturas costumbristas como la Venta de Novillos de 1872 (Colección Particular), Tipo Murciano (Colección Particular) y Los Caballos (Colección Particular). Ya en 1871 o poco después Rosales había recibido el encargo del marqués de Portugalete para decorar el salón de baile de su palacete en la calle Alcalá. Cumplió con el encargo pintando el techo con una Alegoría de la Música (destruido). A este encargo siguió otro, que fue el de restaurar la Iglesia de Santo Tomás de Madrid, conocida por Sta. Cruz. Se trataba de la representación de los cuatro evangelistas en tamaño sobrenatural para ser colocados en las pechinas de la cúpula de la iglesia. Rosales realizó varios estudios y empezó a pintar los evangelistas, pero no pudo acabarlos. En 1873 fue nombrado director del Museo del Prado, pero por razones de salud tuvo que rechazar el cargo. Fue igualmente propuesto como director de la Academia de España en Roma, noticia que recibió en Panticosa, pero tampoco llegó a ocupar esta sí aceptada dirección porque murió, después de haber regresado a Madrid, el 13 de septiembre de 1873, el mismo año de su nombramiento. Sus amigos organizaron la primera exposición póstuma este mismo año en la madrileña Platería de Martínez, para la que reunieron 34 obras. El catálogo razonado de sus obras, publicado con motivo de la exposición de la conmemoración del centenario de su muerte en 1973, recogió 54 pinturas al óleo y 235 dibujos y acuarelas. Entre la totalidad de sus óleos hay poco más de una docena de cuadros que no son retratos o copias de otros maestros, y de su gran ambición (ser un pintor de historia) sólo existe media docena de muestras. Aunque él mismo se considerase un pintor realista (lo que fue más bien en el sentido técnico), su evolución está marcada por el paso de una concepción romántica, próxima al sentimentalismo nazareno, como se ve en el Tobias y el Ángel (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro), que comenzó a pintar hacia 1859, hacia otra más realista cinco años más tarde, cuando pintó el Testamento de Isabel la Católica (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro). La composición de los cuadros de Rosales es muy clásica con pocas variaciones, y mantiene un repertorio convencional. Aunque posteriormente se le ha querido ver como un impresionista avant la lettre (Juan Chacón Enríquez, 1926), los críticos contemporáneos se fijaron más en lo anecdótico, el naturalismo y el bocetismo de sus pinturas, opinando que seguía el camino de Velázquez. Característico para su obra entera es la búsqueda de una forma sintética, basada en la construcción de masas y resuelta mediante el empleo libre del color, que en ocasiones le lleva a la fragmentación y el bocetismo. Siempre predominan en él los valores plásticos sobre los lineales. Nacido en el mismo año de la Desamortización de Mendizábal y muerto a punto de iniciarse la Restauración, su pintura muestra la influencia de El Greco, Velázquez y Goya, y está estrechamente vinculada a la pintura francesa del Segundo Imperio. FUENTE: TEXTO EXTRAÍDO DE www.mcnbiografias.com

RETRATO DE DAMA CON MANTILLA BLANCA


ÓLEO SOBRE LIENZO. 

ESCUELA FRANCESA

FIRMA EN ÁNGULO INFERIOR IZQUIERDO: MARIA PREVOT. 

80X100CM S/M 

54X73CM.


Magnífica pieza en la que con gran maestría y detallismo contemplamos el retrato de una bella mujer que luce mantilla sobre la cabeza, adorna su escote con una flor anaranjada, misma que sujeta con una mano, llama la atención la naturalidad de la dama, que gira la cabeza hacia el espectador. 
Su silueta está recortada sobre fondo neutro.

MUJERES PIDIENDO LIMOSNA


ÓLEO SOBRE LIENZO

FIRMA EN ÁNGULO INFERIOR DERECHO: PORTILLO. 

55X46CM S/M 

42,5X32CM.


Extraordinaria obra en la que encontramos un grupo formado por una anciana ciega, una joven que sujeta un instrumento musical y una pequeña niña que se apoya sobre las rodillas de la anciana. La obra muestra la miseria y carencias, dotando la obra de gran expresividad plasmado en el rostro de los personajes. 

SAN JERÓNIMO EREMITA

ÓLEO SOBRE LIENZO

114X135CM 

S/M 95X117CM.


Los atributos con los que suele representarse a este santo son: Sombrero y ropa de cardenal, un León (no en nuestro caso) y, en menor medida, una cruz, una calavera, libros y materiales para escribir. El motivo por el cual se le representa con un león es porque, según se dice, se encontraba San Jerónimo meditando a las orillas del río Jordán, cuando vio un león que se arrastraba hacia él con una pata atravesada por una enorme espina. San Jerónimo socorrió a la fiera y le curó la pata por completo. El animal, agradecido, no quiso separarse jamás de su bienhechor. Cuando murió San Jerónimo, el león se acostó sobre su tumba y se dejó morir de hambre. Pero es una leyenda atribuida por error, en realidad le pertenece a San Gerásimo, eremita. El parecido en los nombres indujo al error.
La iconografía clásica es la de san Jerónimo en su gabinete, como aparece en el cuadro de Domenico Ghirlandaio para la iglesia de Ognissanti en Florencia. Pero también ha sido representado como un eremita en la gruta del desierto, generalmente acompañado por un león, como puede verse en el cuadro de Leonardo y en el San Jerónimo en oración de Hieronymus Bosch.
Eusebio Hierónimo de Estridón o Jerónimo de Estridón (Estridón, Dalmacia, c. 340 - Belén, 30 de septiembre de 420), San Jerónimo para los cristianos (en latín: Eusebius Sophronius Hieronymus ), tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. Es considerado Padre de la Iglesia, uno de los cuatro grandes Padres Latinos. La traducción al latín de la Biblia hecha por San Jerónimo, llamada la Vulgata (de vulgata editio, 'edición para el pueblo'), ha sido hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica romana.
San Jerónimo fue un célebre estudioso del latín en una época en la que eso implicaba dominar el griego. Sabía algo de hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, pero se mudó a Belén para perfeccionar sus conocimientos del idioma. Comenzó la traducción en el año 382 corrigiendo la versión latina existente del Nuevo Testamento. Aproximadamente en el año 390 pasó al Antiguo Testamento en hebreo. Completó su obra en el año 405.
Nació en Estridón (oppidum, ya destruido por los godos en 392, situado en la frontera de Dalmacia y Panonia) entre el año 331 y el 347, según distintos autores. San Jerónimo, cuyo nombre significa 'el que tiene un nombre sagrado', consagró toda su vida al estudio de las Sagradas Escrituras y es considerado uno de los mejores, si no el mejor, en este oficio.
En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, que era pagano. El santo llegó a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos Homero, y Platón, pero casi nunca dedicaba tiempo a la lectura espiritual.
Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, por su terrible mal genio y su gran orgullo). Aunque allí rezaba mucho, ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz, descubriendo que su misión no era vivir en la soledad.
De regreso a la ciudad, los obispos de Italia junto con el Papa nombraron secretario a San Ambrosio, pero éste cayó enfermo, y decidieron nombrar a Jerónimo, cargo que desempeñó con mucha eficiencia. Viendo sus dotes y conocimientos, el Papa San Dámaso lo nombró su secretario, y le encargó redactar las cartas que el Pontífice enviaba. Más tarde lo designó para hacer la recopilación de la Biblia y traducirla. Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo (llamadas actualmente Vetus Latina) tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la Biblia, en la traducción llamada Vulgata (lit. "la divulgada" traducción hecha para el pueblo). Conoció a Santa Paula de la que Paladio afirma que le fue a San Jerónimo de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y había aprendido suficiente hebreo en Palestina como para cantar los salmos en la lengua original.
El Papa San Dámaso I en el Concilio de Roma en el 382, expidió un decreto apropiadamente llamado «Decreto de Dámaso», en el cual hizo un listado de los libros canónicos del Antiguo y Nuevo Testamentos. Entonces le pidió a San Jerónimo utilizar este canon y escribir una nueva traducción de la Biblia que incluyera un Antiguo Testamento de 46 libros los cuales estaban todos en la Septuaginta, y el Nuevo Testamento con sus 27 libros.
Alrededor de los 40 años, Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de corrección, dispuso alejarse de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa.
Sus últimos 35 años los pasó en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.
Con tremenda energía escribía contra las diferentes herejías. La Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Biblia, por lo que fue nombrado patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender la Biblia; por extensión, se lo considera el santo patrono de los traductores.
Murió el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años. En su recuerdo se celebra el Día internacional de la Traducción.

BEDUINO A CABALLO


JOAN ALBERT

 ÓLEO SOBRE TABLA

FIRMADO POR EL PROPIO AUTOR EN EL ÁNGULO INFERIOR DERECHO. 

53 X 62 CM (1984)

las cuatro estaciones

aguafuertes de goya